Las lluvias son fenómenos climáticos de gran importancia y pueden tener tanto efectos positivos como negativos.
En las últimas semanas, las lluvias han sido protagonistas en gran parte del territorio. Mientras que para algunos representan una bendición, para otros se convierten en una preocupación constante.
Este fenómeno climático es fundamental para el equilibrio de los ecosistemas y el abastecimiento de agua, pero su intensidad y frecuencia pueden generar impactos significativos.
Por un lado, las lluvias son esenciales para la agricultura y la vegetación en general. La humedad que aportan permite el crecimiento de cultivos, bosques y pastizales, asegurando la producción de alimentos y el sustento de la fauna. Además, contribuyen a la recarga de los acuíferos subterráneos, que son vitales para el abastecimiento de agua potable.
No obstante, cuando las lluvias son excesivas, pueden desencadenar inundaciones y deslizamientos de tierra, poniendo en peligro a las comunidades cercanas a ríos y zonas montañosas. Estos eventos pueden causar pérdidas humanas, daños materiales y afectar la infraestructura, como carreteras, puentes y viviendas. Además, las inundaciones pueden propiciar la propagación de enfermedades transmitidas por el agua y afectar la calidad del suministro de agua potable. En regiones donde la lluvia escasea, como zonas áridas y semidesérticas, la ausencia de precipitaciones adecuadas puede conducir a sequías, afectando la disponibilidad de agua para consumo humano, agricultura y ganadería. Esto, a su vez, puede tener impactos económicos negativos en la producción de alimentos y en la vida de las comunidades que dependen de la agricultura
