Octubre es el mes de la lucha contra el Cáncer de Mama; con innumerables campañas de información se dan a conocer cómo autoexplorarse y cuándo es necesario acudir al médico, esto se puede calificar como una tarea cumplida por quienes realizan la estrategia, pero a partir de ahí son varios los escalones que se deben seguir, solo que, hace falta tener como uno más de los objetivos acabar con quienes se convierten en «cómplices del cáncer»
Uno de ellos es que se de la información y, hasta ese punto todo marcha bien, los derechohabientes y también quienes no tienen algún beneficio de seguridad social han aprendido que el cáncer de mama junto al cáncer cervicouterino son de los que más se pueden prevenir y, hasta cierto punto, de los que más cura tienen.
El problema inicia cuando el personal de los hospitales, llámese trabajadoras sociales, enfermeras, doctores generales, ginecólogos y hasta directores de hospitales, truncan esos escalones que se deben seguir y acaban siendo «cómplices» del cáncer.
De nada sirve que haya campañas, pláticas, jornadas de salud y mucho menos pintar de rosa edificios de salud si los encargados de aportar los conocimientos acaban por cooperar para que las pacientes no sean atendidas y queden a merced de este mal degenerativo.
Hay muchos casos que son bien atendidos, sin embargo, diariamente se dan a conocer casos de negligencia médica en los que participa un grupo de personal médico que, pareciera ser una mafia en contra de los pacientes, las personas enfermas pueden pasar horas en espera de que una trabajadora social, que es el primer enlace, para una consulta, les atienda.
Después de un largo tiempo, ya que se dignan a dar la atención nada garantiza que reciban un trato digno, y en muchos casos, salen peor de cómo entraron, la falta de atención provoca enojo, estrés, preocupación y, por supuesto, agrava la enfermedad. En este último punto viene la pregunta ¿De qué sirve acudir a tiempo si la atención, estudios y el diagnóstico los darán cuando la enfermedad está en etapa terminal?
Se pueden presumir aparatos, medicinas y millonarias inversiones, pero la mejor inversión que se puede hacer es que el personal de salud, que debería estar en la batalla contra el cáncer, tome conciencia de que el progreso o el combate de este mal está en sus manos. Los pacientes están hartos de luchar también contra los «cómplices» del cáncer.
Ya no es suficiente concientizar a los ciudadanos en una lucha de color rosa, los ciudadanos ya saben que, de atender rápido estos casos, la probabilidad de salir sanos es alta, ahora la tarea debería ser que el personal médico tengan de verdad en mente que en la mayoría de los casos la vida de una persona depende de ellos, que tengan en mente que una mala atención y, como en algunos casos, un mal diagnóstico puede acabar con un ser humano.
No sirven de nada los colores rosas si no se ilumina primero a los trabajadores de la salud, es ahí la delgada línea entre vencer al cáncer o dejar que el cáncer acabe con las personas.