Descartar únicamente las partes mohosas de los alimentos podría no ser suficiente, advierten expertos. Aunque el moho en alimentos pueda parecer inofensivo, su presencia plantea riesgos que van desde la indigestión hasta problemas renales o cáncer.
El moho, omnipresente en diferentes entornos, prospera especialmente en ambientes cálidos y húmedos, constituyendo un riesgo para los alimentos. Expertos en nutrición y ciencias de los alimentos aconsejan prácticas básicas para proteger la comida: limpiar adecuadamente la cocina, separar alimentos, cocinar correctamente y refrigerar a temperaturas de 1 a 3 grados Celsius.
Según Elisabetta Lambertini, de la Alianza Mundial para la Mejora de la Nutrición, una higiene adecuada y almacenamiento separado de los alimentos pueden evitar la proliferación del moho. Además, lavar frutas y verduras antes de su consumo minimiza la aparición de moho.
Don Schaffner, de la Universidad de Rutgers, resalta que la temperatura es clave para ralentizar el crecimiento del moho. Aconseja mantener el refrigerador a la temperatura adecuada para prevenir la humedad y, por consiguiente, la aparición de moho.
No todos los mohos son peligrosos, pero algunos pueden producir toxinas. Identificarlos visualmente es difícil, por lo que es mejor desechar los alimentos que presenten moho. Al detectar moho en alimentos, Schaffner sugiere descartar por completo quesos blandos, yogures o mermeladas debido a su alta humedad.
Los especialistas también advierten sobre los posibles riesgos si se consume accidentalmente moho. Aunque pequeñas cantidades no suelen ser dañinas, se deben monitorear los síntomas y buscar atención médica si persisten las molestias, especialmente para personas con sistemas inmunológicos debilitados.
En conclusión, aprender a coexistir con los hongos es crucial, ya que han existido mucho más tiempo que los humanos y continuarán después de nosotros. La mejor precaución sigue siendo la eliminación total de los alimentos con moho para evitar complicaciones.