En todo el estado, los taxistas se convirtieron en los dueños absolutos de las calles y del servicio de transporte público. Sin embargo, esta posición de poder se logró gracias a las prácticas cuestionables que continúan llevando a cabo. Según numerosos testimonios ciudadanos, muchos de estos conductores no utilizan el taxímetro y, en su lugar, se aprovechan de eventos con alta demanda, como encuentros deportivos y conciertos, para imponer tarifas exageradas a los pasajeros.
Su táctica empleada implica detenerse cuando una persona solicita el servicio, preguntar su destino y luego comunicar una tarifa bastante más elevada de lo que indicaría el taxímetro. En algunos casos alarmantes, los informes indican que los taxistas ni siquiera informan el precio, cobrando el doble una vez que llegan al destino. Algunos pasajeros han denunciado amenazas violentas por parte de los conductores, dejándolos sin opción más que pagar las tarifas infladas.
Es relevante destacar que estos abusos, que a menudo afectan a abuelitos y familias con niños pequeños, no son nuevos. La Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) parece haber pasado por alto estas prácticas recurrentes, permitiendo que los taxistas cometan delitos, roben, agredan y estafen a la ciudadanía. Y todo parece indicar que este tipo de actos seguirán ocurriendo en el estado, pues más que ponerles un alto, la inoperante secretaría ha dejado que los taxistas se adueñen de las calles, al parecer, ellos también le tienen mucho miedo a los ruleteros.