El griego Diógenes de Sinope (404–323 a. C.) fue un filósofo cínico (esos que creen que la felicidad venía dada siguiendo una vida libre, simple y acorde con la naturaleza), un sabio que vivió como un vagabundo en las calles de Atenas, durmiendo en un barril como el que vemos en la pintura de Gêrome.
Se dice que el filósofo andaba por las calles en pleno día portando la lámpara que tiene en la mano, con la que «buscaba hombres honestos».
También, Diógenes estaba siempre rodeado de perros, símbolos de la filosofía cínica («kynikos»: similar a un perro), por su idea radical de libertad, su desvergüenza y sus continuos ataques a las tradiciones y los modos de vida sociales.