“¡Abracadabra!” es una palabra que todos hemos escuchado, especialmente en contextos de magia o en celebraciones como Halloween, y su pronunciación evoca imágenes de hechizos y transformaciones. Aunque su origen es incierto y sigue siendo debatido, su historia es tan rica como enigmática, pues ha pasado de ser un remedio en la antigua Roma a una palabra de uso común en la magia escénica.
Un remedio antiguo contra la fiebre
Los primeros registros de “abracadabra” aparecen en el siglo II d.C., en el Liber Medicinalis del escritor romano Quintus Serenus Sammonicus. En una época en la que la fiebre era una amenaza mortal sin remedios científicos, Serenus recomendaba usar amuletos que contuvieran esta palabra, escrita en forma triangular y con una letra menos en cada línea. La disposición descendente de abracadabra tenía un propósito simbólico: así como la palabra desaparecía línea tras línea, también lo haría la fiebre.
Evolución de un conjuro contra malos espíritus
La palabra mágica reapareció en un papiro egipcio del siglo III y en un códice copto del siglo VI, ambos escritos en griego y adaptados para proteger contra enfermedades causadas, según creencias de la época, por espíritus malignos. Según la historiadora Elyse Graham, de la Universidad de Stony Brook, “abracadabra” era considerado un apotropaico, es decir, una palabra protectora capaz de alejar males y enfermedades.
¿De dónde proviene “abracadabra”?
Las teorías sobre su etimología son tan diversas como sus usos. Algunos sugieren que proviene del hebreo “ebrah k’dabri” (“creo mientras hablo”), mientras que otros sostienen que tiene raíces en la frase aramea “avra gavra” (“crear al hombre”), una referencia bíblica a la creación. El historiador Don Skemer también considera que “abracadabra” podría estar asociado a “ha brachah dabarah” (“nombre del bendito”), lo que le conferiría un peso espiritual y protector, especialmente para los primeros cristianos, que veían en el hebreo una lengua sagrada.
El paso del amuleto a la escena teatral
La creencia en el poder curativo de “abracadabra” perduró hasta el siglo XVII, cuando el escritor Daniel Defoe documentó que en el Londres azotado por la peste se usaban talismanes con esta palabra para protegerse de la enfermedad. Sin embargo, hacia el siglo XIX, la palabra comenzó a perder su valor como remedio y pasó al escenario teatral. Fue entonces cuando se consolidó como un símbolo de lo mágico en las presentaciones de ilusionistas.
Del misticismo al espectáculo
Con los avances de la medicina moderna, el abracadabra ha pasado a formar parte del espectáculo y la distracción. Graham señala que el carácter misterioso de esta palabra sigue siendo la clave de su poder, un poder simbólico que da “autoridad” a quien la pronuncia, precisamente porque su significado sigue siendo incierto.
La próxima vez que alguien diga “abracadabra”, podemos recordar que esta antigua palabra mágica cargada de misterio y simbolismo ha cruzado los límites de la historia, la ciencia y el entretenimiento para seguir fascinando a quienes la escuchan, incluso si ya no posee el poder de curar.