La barba ha sido históricamente vista como un símbolo de masculinidad, un rasgo que distingue a los hombres de las mujeres y que cumple funciones físicas como proteger la piel, proporcionar calor y, en ocasiones, ocultar las emociones. Sin embargo, la psicología contemporánea ofrece una mirada más profunda sobre su significado social y emocional.
Según teorías evolutivas, las barbas evolucionaron como una señal de dominancia, masculinidad e incluso agresión. Pero un análisis más reciente, publicado en Psychology Today, sugiere que estas percepciones han cambiado con el tiempo y que la barba puede ser vista desde una perspectiva dual: como símbolo de autoridad y también de cercanía emocional.
Un estudio publicado en la revista Psychological Science analizó cómo las personas interpretan las expresiones faciales en función de la presencia o ausencia de barba. Para ello, se pidió a 227 participantes que observaran fotografías de rostros masculinos mostrando emociones de felicidad o enojo, y clasificaran rápidamente la emoción percibida.
Las imágenes se dividían en cuatro categorías: hombres afeitados mostrando felicidad, hombres afeitados mostrando enojo, hombres con barba mostrando felicidad y hombres con barba mostrando enojo. Los resultados revelaron que los participantes identificaban más rápidamente el enojo en los rostros barbudos, lo que indica que la barba intensifica las señales visuales de esta emoción.
Por otro lado, los rostros afeitados fueron reconocidos más rápidamente cuando mostraban felicidad. Sin embargo, los rostros barbudos no solo fueron percibidos como más dominantes, sino también como más prosociales, es decir, con mayor disposición a ayudar y colaborar con otros. Este hallazgo revela una “dualidad en la percepción de la barba”: por un lado, puede representar fuerza y autoridad, y por otro, calidez y solidaridad. La psicología sugiere que esta ambivalencia puede depender del contexto emocional y social en el que se presenta el rostro barbudo.