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Columna I Tiempo de Hablar

El eco del dolor aún resuena en Matehuala tras la tragedia en la guardería Los Reyes. Una vida truncada nos confronta directamente con una verdad incómoda que habla sobre la seguridad de los niños y que sigue siendo una asignatura pendiente, peligrosamente abandonada.

Los ciudadanos se niegan a que este suceso se convierta en una estadística más, en varios titulares fugaces que se diluyen con el tiempo. Porque al ver la realidad post-tragedia, lo que se percibe es un silencio cómplice.

Recorremos mentalmente las guarderías, los jardines de niños, incluso las instituciones de salud de Matehuala, y la imagen que se dibuja es, en muchos casos, desoladora. La improvisación parece ser la norma, la señalética de seguridad una rareza, las salidas de emergencia, obstáculos en lugar de vías de escape. Los extintores a menudo son piezas de museo o simplemente inexistentes.

¿Acaso necesitamos una lista macabra de incidentes para comprender la urgencia? ¿Cuántas vidas deben truncarse para que la seguridad deje de ser un mero trámite burocrático y se convierta en una prioridad?

La responsabilidad aquí es compartida, pero la inacción de las autoridades competentes abre riesgos en establecimientos. No basta con lamentar lo ocurrido; es necesario implementar protocolos de seguridad uniformes y de obligatorio cumplimiento. Inspecciones rigurosas, sanciones ejemplares para quienes incumplan y una transparencia total en la supervisión son los pilares de un cambio real.

Pero la responsabilidad también recae en la sociedad. No podemos ser meros espectadores. Debemos exigir a los responsables de estos establecimientos la garantía de entornos seguros. Es necesario denunciar las negligencias, alzar la voz ante la falta de medidas preventivas. El silencio, en este contexto, contribuye a la irresponsabilidad.

Esta columna no busca el sensacionalismo, sino despertar conciencias. La pérdida reciente no debe ser en vano. Debe convertirse en el impulso de una transformación profunda en la manera en que se garantiza la seguridad en todo tipo de establecimientos.

No se trata de generar pánico, sino de infundir una cultura de prevención, de entender que la seguridad no es un gasto, sino una inversión invaluable en el futuro de nuestra sociedad.

El eco de la tragedia aún resuena. Esperemos que no se convierta en un silencio aún más ensordecedor: el silencio de la inacción y la negligencia continuada.

Matehuala merece respuestas, pero sobre todo, merece acciones concretas que garanticen que ninguna otra familia tenga que enfrentar un dolor tan desgarrador. La seguridad no puede esperar más.

Urge que Protección Civil se ponga en acción para que se haga precisamente lo que compete a la institución. Es lamentable ver que muchos establecimientos no cuentan con infraestructura adecuada y que el personal no recibe capacitaciones contra siniestros menores.

Esto no es más que la consecuencia de la pasividad que se tenía y que, tras la tragedia en la guardería Los Reyes, no se ha movido un dedo, a pesar de que en su momento se dispararon las denuncias contra negocios.

Hasta la próxima, con más Tiempo.