El paro cardiaco es una de las principales causas de muerte súbita a nivel mundial, y aunque puede presentarse sin previo aviso, existen medidas efectivas para reducir el riesgo y aumentar las posibilidades de sobrevivencia en caso de una emergencia. La prevención y el conocimiento son herramientas fundamentales para proteger la salud del corazón.
Especialistas en cardiología advierten que mantener un estilo de vida saludable es la mejor forma de prevenir un paro cardiaco. Esto incluye una alimentación balanceada, baja en grasas saturadas, azúcares y sodio, así como la incorporación de frutas, verduras, cereales integrales y proteínas magras. Hacer ejercicio de forma regular —al menos 30 minutos al día, cinco días a la semana— también fortalece el sistema cardiovascular.
Otro factor importante es el control médico constante. Las personas con antecedentes familiares de enfermedades cardiacas, hipertensión, colesterol elevado o diabetes deben realizarse chequeos periódicos, seguir las indicaciones médicas y tomar los medicamentos prescritos. Identificar y tratar a tiempo estas condiciones reduce significativamente el riesgo de un paro.
También es vital evitar el consumo de tabaco y alcohol en exceso, ya que estas sustancias deterioran el funcionamiento del corazón con el paso del tiempo. Dormir bien, controlar el estrés y mantener un peso adecuado son hábitos que contribuyen a la salud cardiaca.
En el ámbito de la prevención secundaria, cada vez más personas están siendo capacitadas en maniobras de reanimación cardiopulmonar (RCP) y uso de desfibriladores automáticos externos (DEA). Estas habilidades pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte si una persona sufre un paro cardiaco en espacios públicos o en el hogar.
Conscientes de que un corazón sano es la base de una vida plena, expertos y autoridades sanitarias insisten en fomentar la cultura de la prevención, la educación en primeros auxilios y la atención médica oportuna.