En tiempos donde casi todo parece regirse por el capital, desde la ropa que usamos hasta las apps que deciden nuestras citas, el cine tiene la capacidad de cuestionar la manera en que el dinero moldea también lo más íntimo: el amor. Esa es la premisa de AmoresMaterialistas (2025), la nueva película de Celine Song, directora que ya había cautivado al público y la crítica con Vidas Pasadas.
En esta ocasión, Song se atreve a mover las piezas del tablero romántico para colocar a sus personajes en un dilema incómodo. Lucy (interpretada por Dakota Johnson), una joven casamentera de Nueva York, debe decidir entre un hombre adinerado, estable y “perfecto” en lo que dicta el mercado de los afectos, o su exenamorado (Chris Evans), un hombre con menos recursos pero con autenticidad emocional. El conflicto parece un cliché clásico de las comedias románticas, pero bajo la lupa de Song adquiere un matiz diferente.
La película no es un romance ligero; es un ensayo disfrazado de historia de amor. Song construye un mundo donde incluso las emociones se negocian como acciones en la bolsa, y donde la aparente “pareja ideal” responde más a un modelo aspiracional que a un vínculo real. En este contexto, la elección de Lucy no es solo personal, sino profundamente política: amar sin cálculos financieros se convierte en un gesto de rebeldía.
Visualmente, Amores Materialistas es impecable. La cinematografía cálida envuelve a los personajes en una atmósfera casi etérea, como si Nueva York se transformara en un escenario de ensueño diseñado para intensificar el contraste entre lo artificial y lo genuino. La ciudad, con sus luces y paisajes urbanos estilizados, se convierte en un personaje más, un espacio donde se negocian deseos, aspiraciones y frustraciones. La banda sonora, evocadora y por momentos melancólica, acompaña con precisión quirúrgica los giros emocionales de la trama.
En el terreno actoral, Pedro Pascal ofrece solidez a un personaje secundario que sirve de ancla en la historia, pero es Chris Evans quien sorprende al transformarse en el eje emocional del relato. Lejos del héroe de acción al que nos tenía acostumbrados, Evans entrega una interpretación vulnerable y cargada de matices, haciendo creíble que Lucy se sienta atrapada entre la seguridad de lo material y la fuerza de un amor imperfecto.
Sin embargo, el guion presenta altibajos. Si bien la propuesta de Song es valiosa y atrevida, oscila constantemente entre el cinismo y el sentimentalismo. En algunos momentos parece criticar ferozmente la mercantilización de los vínculos, mientras que en otros cae en el mismo melodrama que pretende cuestionar. Ese vaivén deja la sensación de que el filme quiere abarcar más de lo que puede sostener narrativamente, diluyendo parte de su fuerza crítica.
Aun con estas irregularidades, Amores Materialistas no pasa de largo. Es de esas películas que dividen, algunos la verán como una fábula romántica con estética refinada, otros como una radiografía incómoda de nuestra forma de amar en tiempos de capitalismo tardío. Y quizá ahí radica su mayor virtud, provocar la reflexión más allá de lo que muestra en pantalla.