El Atlético de San Luis perdió el partido que no se podía perder: el clásico de la 57 ante Querétaro. El único juego que la afición exige ganar por encima de cualquier otro terminó en derrota, y lo hizo con la sensación amarga de que este equipo no tiene ni pies ni cabeza.
El marcador reflejó lo que ya se venía advirtiendo, San Luis depende exclusivamente de Joao Pedro. El brasileño anotó dos goles, volvió a demostrar su jerarquía en el área y fue el único capaz de encender una luz en medio de la oscuridad. Sin embargo, un hombre no gana torneos ni sostiene planteles enteros. El problema es que todo el esquema de Gustavo Leal Abascal se reduce a eso, tirar pelotazos y esperar que Joao resuelva.
Ese recurso le alcanza para maquillar partidos, pero no para competir en serio. Y es que los sistemas de Abascal, si es que existen, nunca han funcionado. Sus planteamientos parecen más improvisaciones que estrategias. Ejemplo: habilitar a Óscar Macías como lateral derecho. ¿Qué necesidad de inventar cuando solo tienes dos contenciones naturales y decides desperdiciar a uno en una posición que no domina? Resultado: ese partido también se perdió.
Otro capricho inexplicable es el de Javier Suárez. Abascal se encasilla en ponerlo de lateral derecho, aunque el jugador no ha demostrado tener la capacidad. Lo extraño es que Román Torres ya había enseñado cualidades suficientes para quedarse con ese puesto. Desde la salida de Ricardo Chávez, nadie ha podido llenar ese vacío, pero si alguien tiene potencial es Torres. Sí, ha cometido errores puntuales, sobre todo en labores defensivas, pero es evidente que aporta más que Suárez. Aun así, el técnico insiste en negarle continuidad.
Y lo de Yan Phillipe ya es el colmo. Desde hace varias temporadas ha quedado claro que no tiene nivel para jugar en primera división. Acumula error tras error, partido tras partido, y lo increíble es que parece intocable, titular indiscutible, jamás sale de cambio. ¿Qué le debe Abascal para mantenerlo en la cancha a pesar de ser una carga constante?
La lista de decepciones no termina ahí. Klimowicz se ha cansado de recibir oportunidades y nunca termina de convencer. Juan Pedro llegó fuera de ritmo, con un nivel físico deplorable. El “Cata” Domínguez está borrado. Salles-Lamonge atraviesa un nivel bajísimo. Galdames apenas regala chispazos aislados. Miguel García no alcanza el nivel de primera división. Y Ronaldo Nájerra también fue condenado al olvido.
San Luis no es un equipo, es un conjunto de piezas sueltas que no embonan. Y eso también es responsabilidad de la directiva. Íñigo Regueiro armó un plantel super limitado, corto, sin recambios de calidad. Permitió la salida de Vitinho al inicio del torneo, un golpe durísimo para el ataque, y jamás buscó un reemplazo a la altura. Los huecos son evidentes, pero en lugar de apostar por cantera o jugadores con proyección, se conformó con retazos.
Se lesionó César López, que ni siquiera era el segundo arquero, y en lugar de darle oportunidad a los jóvenes porteros de la cantera, donde hay talento comprobado, la directiva se apresuró a fichar de inmediato a Gibrán Lajud. Una decisión que vuelve a evidenciar improvisación y la nula confianza en la estructura interna. Y claro, no fuera Vitinho el que se fue, porque ahí sí a la directiva no le interesó traer un reemplazo. Así de simple, las cosas como son.
La realidad es contundente, San Luis juega con Joao Pedro y diez más. El delnatero es el sostén, el alma, el recurso desesperado y la única ilusión. El resto del plantel es relleno, decisiones absurdas desde la banca y una directiva que parece vivir en una realidad alterna.
La afición, que siempre responde, merece más. El estadio Alfonso Lastras sigue llenándose, la pasión se mantiene intacta, pero lo que reciben es un equipo sin rumbo, sin proyecto y sin jerarquía. Lo de Querétaro fue más que una derrota, fue un mensaje claro de que este equipo no está para competir en serio.
Abascal demuestra una y otra vez que no tiene variantes tácticas, que vive encerrado en sus caprichos y que prefiere hundirse con sus decisiones antes que aceptar sus errores. Y Regueiro, desde la oficina, arma planteles de emergencia, sin visión y sin equilibrio.
El fútbol es de equipos, no de milagros. Y en San Luis, por ahora, solo hay un milagro brasileño rodeado de diez sombras.