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Columna I Crisis en el San Luis; Abascal, en la cuerda floja

Por Hares Barragán

El Atlético de San Luis está en una situación que preocupa, y mucho. Lo de Guillermo Abascal al frente del equipo ya no se puede defender. El técnico no ha ganado un solo partido de local y apenas suma tres victorias de visitante.

Pero más allá de los números, lo más alarmante es la sensación que transmite el conjunto potosino: no juega a nada. Y eso, en el futbol, es sentencia de fracaso. No se trata de esos equipos que muestran cierta propuesta, que generan, pero a los que se les escapa el resultado por mala suerte o falta de contundencia. Aquí no hay ni una cosa ni la otra.

No existe un sistema reconocible, no hay cambios tácticos que sorprendan, no se observa trabajo en el plantel. El supuesto plan de juego se limita a lanzar pelotazos largos a Joao Pedro y esperar que, con un chispazo individual, rescate al equipo. En defensa, la historia no es distinta: un cuadro desordenado, sin coordinación ni ideas claras.

Ahora bien, tampoco se puede cargar toda la culpa en el entrenador. Iñigo Regueiro vuelve a ser protagonista en los señalamientos. Armó una plantilla pobre, dejó ir a jugadores importantes a última hora, como el caso de Vitinho, y no se ocupó en traer reemplazos de nivel. Con una base tan endeble, es casi imposible construir un equipo competitivo.

La directiva juega un papel determinante en el presente gris del San Luis, y el reflejo está en la cancha cada fin de semana. Lo que es evidente es que el equipo necesita un cambio urgente en el banquillo. No solo un relevo por cumplir, sino un entrenador con idea de juego, con propuesta y con conocimiento del plantel.

Y aquí es donde surge un nombre que muchos aficionados aún tienen presente: Gustavo Leal. Leal demostró en su paso por San Luis que podía competir con pocos recursos. Dio identidad, ordenó al equipo, lo hizo jugar y, sobre todo, generó conexión con la afición. Nunca debió salir. Además, es un técnico que no implica un gasto excesivo, conoce la ciudad, el entorno y tiene un plus que no se compra: quiere al San Luis, y el San Luis lo quiere a él.

El balón ahora está en la cancha de la directiva. El presidente Jacobo Payán debe tomar una decisión, y rápido. San Luis no puede seguir navegando sin rumbo, porque cada jornada perdida es un paso más hacia el fondo de la tabla y hacia el desencanto de su gente. Payán tiene que dejar las distracciones en sus restaurantes y poner los ojos en el equipo, donde la tormenta ya se está formando.

Los próximos días serán cruciales: o San Luis reacciona y endereza el barco, o se condena a otro torneo para el olvido. El SOS está lanzado, y la pregunta es clara: ¿seguirá Abascal aferrado al banquillo, o llegará alguien con la valentía y la idea suficiente para rescatar este barco a la deriva?