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Columna I Atlético de San Luis: un barco que se hunde sin capitán ni rumbo

Por Hares Barragán

El barco de Atlético de San Luis es insostenible. Se hunde por completo y, lo más grave, no hay nadie al timón que sepa corregir el rumbo. Guillermo Abascal ha demostrado, jornada tras jornada, que no tiene ni idea de cómo dirigir a este equipo. Lo suyo no es un proyecto, es un desmadre que pone en evidencia la falta de planeación y liderazgo en todos los niveles del club.

El español no sabe qué cambios hacer ni cómo plantear un partido. Sus decisiones parecen improvisaciones de último minuto y no estrategias pensadas. Ejemplos sobran: colocar a Jahaziel Marchand como volante, a Sanabria jugando a pie cambiado, a Lamonge como contención o insistir en poner a Phillipe (da igual en qué posición esté, porque no aporta absolutamente nada, insólito que haya llegado a ser futbolista profesional). Y mientras tanto, jugadores clave como Dourado, Lourenço o Pérez Bouquet, que podrían dar equilibrio y solidez, terminan en la banca sin explicación alguna.

El equipo carece de identidad y de un sistema de juego reconocible. No hay asociaciones, no hay transiciones, no hay idea. Todo se reduce a una fórmula pobre, lanzar pelotazos a Joao Pedro y esperar que él haga un truco de magia. Pero el futbol no se sostiene en conjuros individuales, sino en el trabajo colectivo, y eso en San Luis brilla por su ausencia.

Lo ocurrido contra América y Pachuca resume el caos. Frente a las Águilas, quizá vimos el mejor planteamiento del torneo, con un equipo ordenado y competitivo, pero Abascal lo echó a perder en los últimos minutos con cambios ridículos que entregaron el partido. Contra Pachuca la historia se repitió, decisiones absurdas desde la banca que desarmaron al equipo y confirmaron la incapacidad del entrenador. ¿Qué espera la directiva para tomar cartas en el asunto? Abascal no puede seguir al frente. Es insostenible.

Sin embargo, sería un error cargar toda la culpa únicamente sobre el técnico. El desastre viene también desde la oficina. Iñigo Regueiro tiene gran parte de responsabilidad en este hundimiento. Armó una plantilla cortísima, sin alternativas reales y sin calidad en varias posiciones clave. La gota que derramó el vaso fue vender a Vitinho en la primera jornada, dejando al equipo huérfano de uno de sus mejores hombres justo cuando arrancaba el torneo. Y lo peor, no hubo refuerzos de peso, sino incorporaciones de papel, futbolistas que apenas rinden para completar una alineación.

Entiendo que Atlético de San Luis es un club modesto dentro de la Liga MX, que no tiene el presupuesto ni la infraestructura de los grandes. Pero una cosa es la realidad de un equipo chico, y otra muy distinta es ser miserables al punto de dejar que las piezas importantes se vayan sin pensar en la competencia ni en la afición. Lo de Regueiro es patético, y su gestión, como la de Abascal, ha puesto al equipo en la cuerda floja.

Hoy San Luis navega sin proyecto, sin rumbo y sin compromiso real desde la dirigencia. Lo que urge no es solo un cambio en el banquillo, sino una revolución en la directiva, un cuerpo técnico capaz, una dirección deportiva que piense a futuro y una institución que respete a su gente.

La afición merece mucho más que este espectáculo vergonzoso. Los jugadores merecen claridad y un entorno serio. El futbol mexicano no necesita un equipo que sobreviva por inercia; necesita clubes que compitan, que propongan y que respeten el deporte.

Si algo está claro es que, mientras Abascal y Regueiro sigan en sus puestos, el barco de Atlético de San Luis no solo se hunde, arrastra con él la ilusión de toda una ciudad que, jornada tras jornada, sigue esperando un equipo digno.