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Ponchallantas imponen toque de queda en el Altiplano

Las comunidades cercanas a los tramos de riesgo sienten un mayor aislamiento, ya que el traslado para citas médicas o trámites se vuelve una fuente de ansiedad

Las varillas dobladas y afiladas, conocidas como “ponchallantas”, han dejado de ser solo un problema de seguridad pública en Cedral para convertirse en una crisis de salud mental. Más allá del gasto económico que implica reparar o comprar nuevos neumáticos, y de la molestia de tener que detenerse en carreteras que rodean al municipio, el miedo constante a quedar varado a merced del crimen está sembrando la desconfianza entre los habitantes del Altiplano.

El simple acto de conducir por los tramos críticos, donde los propios ciudadanos han reportado una serie de ponchallantas regados en las vías carreteras, se ha transformado en una agonía diaria para comerciantes, transportistas y personas cuyas actividades implican recorrer estos caminos. Para muchas familias, el temor a ser víctima de un ponchallantas y de posibles asaltos o secuestros ha impuesto un estilo de “toque de queda”. Los viajes que antes se consideraban normales ahora se posponen o cancelan, lo que afecta la economía local y la calidad de vida. Sin embargo, para otras personas es imposible dejar de transitar, pues su rutina diaria involucra actividades en diversos municipios que colindan con Cedral.

Las comunidades cercanas a los tramos de riesgo sienten un mayor aislamiento, ya que el traslado para citas médicas o trámites se vuelve una fuente de ansiedad. Además, los conductores han adoptado estresantes prácticas como bajar la velocidad en tramos específicos, revisar constantemente la carretera en busca de varillas y asegurarse de que el celular tenga batería para un eventual llamado de emergencia.

El impacto psicológico supera el gasto de reparación o sustitución de una llanta: la preocupación por la seguridad ha generado estrés y ansiedad en los conductores. El pánico se centra en que, si un vehículo se detiene en medio de la nada por un neumático pinchado, el riesgo es ser víctima de un delito grave.

El problema se ha vuelto cada vez más frecuente. A pesar de las constantes denuncias y evidencias que los afectados publican en redes sociales, las víctimas de estos artefactos cuestionan por qué las autoridades no evitan que se siga repitiendo. Esta actividad delictiva no es un hecho aislado, sino un factor que está creando raíces de temor y posibles actos violentos que pueden dañar a la ciudadanía.