No hay ritual que prepare el corazón para perder a quien nos acompañó en cada despertar, en cada paseo, en cada silencio compartido. Y cuando ese ser es una mascota, el dolor puede ser igual —o incluso más profundo— que el de perder a un familiar.
Pero en nuestra cultura, ese duelo suele ser invisible. No hay días libres en el trabajo, ni flores, ni abrazos colectivos. Es lo que la especialista Beth Bigler llama “duelo marginado”: un dolor real, pero poco validado.
Y sin embargo, para muchos, perder a un perro o gato es como perder un hijo. “Son nuestros bebés peludos”, dice el veterinario Matt Miller. “La psicología actual los ubica como parte de la familia, y su ausencia puede ser devastadora”.
¿Cómo se vive ese duelo?
La rutina se rompe. El cuerpo espera saludos que no llegan. El sofá parece más vacío. Y el cerebro, que estaba acostumbrado a tocar, mirar, hablar con ese ser cada día, no sabe cómo procesar la ausencia.
Bigler lo llama “el golpe”: ese puñetazo emocional que aparece al ver su cama, su plato, su rincón favorito. Puede ocurrir cinco veces por minuto. Y duele.
¿Qué hacer con ese dolor?
Transformar el golpe en conexión: saluda su foto al llegar a casa, acaricia su lugar en el sofá, háblale como siempre lo hiciste. El vínculo no desaparece, solo cambia de forma.
Practicar la autocompasión: háblate como te hablaba tu mascota. Con ternura, sin juicio.
Aceptar ayuda: si alguien te ofrece apoyo, sé específico. “¿Podrías traerme cena el martes?” o “¿Me escribirías un recuerdo de ella cada semana?”
Buscar comunidad: hablar con otros que han pasado por lo mismo puede ser profundamente sanador.
Crear rituales de despedida: encender una vela, escribirle, visitar su lugar favorito, tatuarte su nombre, sembrar algo en su honor.
Y si la partida fue repentina, sin despedida, sin ritual, el dolor puede ser distinto. Más crudo. Más confuso. Pero también válido. Y merece espacio.
¿Cuánto dura el duelo?
No hay fecha de caducidad. El amor no se mide en semanas. Con el tiempo, el dolor se vuelve más suave, pero la ausencia sigue siendo parte de nosotros. Y eso está bien.
Para cerrar:
Piensa en las virtudes de tu compañero. ¿Era leal, aventurero, dulce, confiado? Ahora, deja que esas cualidades te acompañen. Que su forma de amar te inspire a vivir. Porque el duelo no es solo tristeza. Es también memoria. Es también amor que sigue caminando contigo.