En realidad, viene del náhuatl cempōhualxōchitl, que puede entenderse como “la flor de la cuenta completa”.
En el mundo nahua, pōhua no solo significaba “contar números”, sino también contar historias, leer o interpretar el destino. Así que cempōhual, formado por cem (uno, totalidad) y pōhualli (cuenta), hablaba de un ciclo terminado, de algo completo.
Por eso, el cempasúchil no solo adorna los altares: representa la vida que se cumplió y el camino que vuelve a empezar. Su color dorado recuerda al sol, y su aroma guía a las almas que regresan a casa.
Cada palabra en náhuatl es una pequeña lección de sabiduría: une pensamiento, lenguaje y vida. Así que, la próxima vez que veas esta flor, recuerda que su nombre también está “contando” una historia.






