“Tengo 28 años y no conozco Europa”… Así termina la autobiografía de Carlos Monsiváis escrita en 1966, publicada por Empresas Editoriales, bajo la dirección de Emmanuel Carballo.
Carballo, uno de los críticos literarios más importantes de los últimos años, había pedido a un grupo de nuevos escritores jóvenes que escribieran su autobiografía; algunos de ellos eran Tomás Mojarro, Juan García Ponce, Juan Vicente Melo y Sergio Pitol, entre otros. Un testimonio que ahora resulta histórico, pues retrata lo que habían hecho hasta entonces y era un trazado de sus metas que ahora son realidades.
En el prólogo a la autobiografía de Monsiváis, Carballo cuenta que lo conoció junto a un grupo de muchachos que les gustaba escribir, y vio que Carlos no era de los que “confunden la literatura, alevosa y premeditadamente, con la ociosidad disfrazada de militancia política”. Cito de memoria.
Para entonces, Monsiváis había publicado la antología “La poesía mexicana del siglo XX” y colaboraba incesantemente en diarios, suplementos culturales y programas de radio. Lo mejor estaba por venir.
Se esperaba su libro Amor Perdido, en 1976. Recopilación de sus crónicas de los días lejanos de los años setenta que nos acercan a un México que se nos fue.
Desfilan ante el lector, entre otros, el sempiterno líder de la CTM, Fidel Velázquez, o Raúl Velasco, ideólogo semanal con su Siempre en Domingo, mientras las notas del músico-poeta Agustín Lara y de José Alfredo Jiménez amenizan las lecturas.
Desfilan los atributos del Cronista de la Ciudad de México, Salvador Novo, y las “malas palabras”, según el vocabulario de la actriz Isela Vega, que atizaba las pasiones de los mexicanos.
Ávido lector y prolífico periodista con amplia carta de presentación en foros donde dejó constancia de los días y las horas de los tiempos de la “aplanadora priista”.
Monsiváis (Ciudad de México, 4 de mayo de 1938-Ciudad de México, 19 de junio de 2010), ajonjolí de todos los moles, poseía el don de la ubicuidad; con su presencia engalanaba lo mismo congresos de la lengua española que diálogos con estudiantes. Termómetro de los hechos y de la realidad mexicana. Elemental leerlo, con su agudeza, ironía y buen humor, para comprender la historia, según San Carlos Monsiváis.
Siempre leer a Monsiváis es sumergirnos en un mar de ocurrencias y sorpresas.
A raíz de la muerte del Divo de Juárez, Juan Gabriel, volver a leer Escenas de Pudor y Liviandad (1988) nos acerca al México de los años en los que están escritas las crónicas del espectáculo y sus figuras, entre 1977 y 1987.
Ante la pasarela dispuesta por Monsiváis desfilan, además de Juanga, Cantinflas, María, Félix, Dolores del Río, entre otros participantes del espectáculo que se presentan lo mismo en los cabarets de antes del terremoto de 1985, que en los teatros de revista y de burlesque.
Dedicado a Elena Poniatowska, el libro pasa revista a los años aludidos con un lenguaje propio, de la época. Monsiváis recopila sus crónicas más destacadas publicadas en revistas mexicanas como en La Cultura en México, de la revista Siempre!, Proceso, Fem, Revista de Bellas Artes, Su Otro Yo y Diva.
Dos dos libros, dos botones de muestra que preceden a Días de Guardar (1970), A ustedes les consta, antología de la crónica en México (1980), Entrada libre. Crónicas de la sociedad que se organiza (1987); luego publica Los rituales del caos (1995), Antología personal (2009), Apocalipstick (2009) y Aproximaciones y reintegros (2012), entre otros títulos.
En su incursión en el cine, Monsiváis caracteriza a un Santa Clós borracho en la película Los Caifanes (1967) y en Este pueblo no hay ladrones (1965) tiene una fugaz escena como jugador de dominó, junto con Juan Rulfo.
Como un auténtico representante de la cultura popular fue personaje de historieta en La Familia Burrón, de Gabriel Vargas; Monsi, en El Santos, de Jis y Trino; El Sabio Monsi, en Chanoc, y en la Serpiente Desplumada, de Sixto Valencia.
Aparte de sus crónicas periodísticas y antologías, una de sus contribuciones de crítica incisiva, irónica y mordaz sobre declaraciones de funcionarios, empresarios, artistas y periodistas, fue su columna “Por mi Madre, Bohemios”, título inspirado en el poema “El Brindis del Bohemio”, de Guillermo Aguirre y Fierro. Al título le añadió el subtítulo “Para documentar nuestro optimismo”; con selección de textos de Jenaro Villamil, en sus últimas colaboraciones, pero que alcanzó una de sus más grandes épocas cuando se publicaba en el suplemento La Cultura en México de la revista semanal Siempre!
Al morir en 2010, en el homenaje que se le rindió en el Palacio de Bellas Artes, Elena Poniatowska en un emotivo adiós en el que expuso los pesares por su ausencia, preguntó varias veces: ¿Qué vamos a hacer sin ti, Monsi? Para concluir con una última pregunta: ¿Qué va a hacer México, sin ti, Monsi?
(Texto publicado en 2018 en San Miguel de Allende (SMA) News, dirigido por el diseñador Willy Gómez Hill y con la ilustración del artista sevillano Jaime Pandelet Cerdá. Texto que mantiene su vigencia a 12 años de la muerte de Monsi).