SliderVida y Entretenimiento

Tiempo de Cine I No me sigas

Por Hares Barragán

En «No Me Sigas», la directora construye un relato que dialoga con la ansiedad social contemporánea: Carla, una joven obsesionada con pertenecer en el mundo digital, decide instalarse en un edificio embrujado con tal de aumentar sus seguidores. Lo que inicia como estrategia de marketing personal se convierte en una espiral de engaños donde las apariciones son fabricadas, editadas y promocionadas como mercancía audiovisual. Sin embargo, el juego se sale de control cuando una entidad real responde al llamado, borrando la línea entre espectáculo y pesadilla.

La película funciona con fuerza gracias a su diseño visual. La fotografía de Selene Berazueta, basada en planos cerrados, pasillos angostos y una paleta de luz fría, aporta una atmósfera agobiante que amplifica el aislamiento de la protagonista. Esa construcción espacial, casi opresiva, sirve como metáfora del encierro al que te someten la viralidad, la exposición constante y la presión por mantenerse relevante. Cuando la cámara se acerca, parece acorralar a Carla del mismo modo en que lo hacen sus seguidores.

Es interesante cómo la cinta aborda la cultura digital contemporánea sin moralismos, mostrando la voracidad del algoritmo y la fragilidad psicológica que puede generar la búsqueda desesperada de aprobación. La obsesión por ser visto es presentada como un ritual moderno que exige sacrificios, likes a cambio de identidad, reproducciones a cambio de paz mental. Ese subtexto ubica a «No Me Sigas» como un comentario necesario sobre una generación acostumbrada a performar incluso sus miedos.

Como producción de terror hecha en México con apoyo internacional, el filme también representa un avance para la industria regional. No es menor que sea la primera película original en español de Blumhouse Productions: abre espacio, recursos y exposición global al género latinoamericano. Esa apuesta se siente en los valores de producción, la estética y la ambición narrativa que busca competir fuera del nicho local.

Sin embargo, el resultado no es completamente contundente. Tras un arranque sólido y una premisa prometedora, el guion recurre a algunos clichés del terror sobrenatural. El giro final, aunque sorprendente, rompe parte de la tensión acumulada y deja huecos que podrían haberse resuelto con mayor claridad. Esa irregularidad narrativa provoca que el espectador salga con ciertas dudas respecto al discurso del filme.

A pesar de ello, «No Me Sigas» se sostiene gracias a la poderosa actuación de Karla Coronado, quien encarna con honestidad la ansiedad, el narcisismo y el deterioro emocional de su personaje. Su progresiva deformación psicológica resulta creíble y, por momentos, inquietante. Ella es el puente entre nuestra realidad digital y el horror que la película propone.

Estamos ante una propuesta atractiva para quienes disfrutan del terror contemporáneo y del cine nacional con aspiraciones internacionales. Su ambientación, relevancia temática y pulso visual la vuelven recomendable. Solo aquellos que busquen una innovación total, o un cierre impecable, podrían sentir que se queda a medio camino. Pero incluso con sus tropiezos, «No Me Sigas» deja una advertencia clara: en tiempos de pantallas, lo monstruoso quizá no sea lo que vemos, sino lo que estamos dispuestos a inventar para que otros nos miren.