El atletismo máster mexicano vivió un momento inolvidable con la actuación de Luis Fernando Almanza Paulín, el fondista potosino originario de Matehuala que se convirtió en tricampeón centroamericano en el Campeonato Centroamericano y del Caribe Máster de Atletismo NORCECA 2025, celebrado en las pistas del Comité Olímpico Mexicano. Tres medallas de oro, 1500, 3000 y 5000 metros, que no solo representan un logro deportivo, sino la culminación de una historia de disciplina, fe, lucha personal y un sueño que parecía enterrado en la infancia.
Su preparación fue larga, exigente y profundamente consciente. Un año entero dedicado a afinar cada detalle, a obedecer cada indicación y a someterse a un proceso que no perdona la improvisación. “De preparación, tuve un año, para llegar en la mejor manera, pero el objetivo era el centroamericano en pista, con mucha obediencia en mis entrenamientos”, compartió, convencido de que la disciplina es el cimiento que sostiene cualquier aspiración de grandeza. A sus más de cuatro décadas, se convirtió en un referente del mensaje que intenta transmitir con cada zancada: “No hay edad para hacer lo que apasiona, los sueños se pueden cumplir”.
La primera medalla para Matehuala en este tipo de eventos internacionales no llegó sola. Llegó acompañada de porras, abrazos, lágrimas y el apoyo de su gente. “Tuve muchas porras, incluyendo mi esposa Alicia, a todo mi equipo de Atletismo Potosino que nos fuimos juntos a ese viaje. Me dicen que les hice vibrar, y eso es muy bonito. Es un arte el correr”, expresó con una mezcla de orgullo y gratitud. Ese respaldo emocional fue la fuerza invisible que lo sostuvo durante los momentos más duros de la preparación.
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Su historia, sin embargo, no comenzó en la pista, sino frente a un televisor, cuando siendo niño veía los Juegos Olímpicos junto a su padre. “De niño me llamaba mucho la atención llegar a ser deportista, pero fue algo pasajero, en mí nunca se dio el deporte, llegaba a ver la olimpiadas cuando mi papá las veía y soñaba con algún día ser atleta de alto rendimiento”, recordó. Pero la vida lo llevó por otros caminos: años lejos del deporte, atrapado en el alcohol y el cigarro, hasta que recuperó la claridad suficiente para volver a intentarlo. “Pasaron los años y me alejé del deporte por el alcohol y el cigarro, y hasta ahora, ese sueño que tuve de niño, se cumplió mi sueño. Es difícil que llegue a unos Juegos Olímpicos por mi edad, pero en estos eventos que son para atletas máster no hay impedimentos”, confiesa, dejando claro que nunca es tarde para reencontrarse con uno mismo.
Hoy, lejos de conformarse, Almanza mira hacia adelante con ambición y esperanza. “Estamos soñando con un mundial, y en el mundial obtener una medalla, y si no se puede, lo vuelvo a intentar, esto no se acaba hasta que se acaba”, aseguró con determinación. Ese impulso lo ha convertido en una inspiración para quienes apenas comienzan, y por eso insiste en compartir lo aprendido: “Hay que dar el primer paso, busquen un deporte y hay que dar el paso, hay que ser obedientes, y de ahí vendrán los resultados. Soñar en grande y aferrarse a la idea de ser campeones, siempre buscando mejorar como persona”.
Fer Almanza no solo cruzó la meta en primer lugar; cruzó también una frontera emocional donde los sueños de un niño, la lucha de un adulto y el orgullo de una ciudad se unen en un mismo resplandor. Su nombre quedó escrito entre los grandes fondistas máster del continente, pero su legado va más allá de las medallas, está en la historia de quien decidió que nunca es tarde para correr hacia su propio sueño.






