Estamos a un mes de que inicie el Clausura 2026 y el Atlético de San Luis sigue desaparecido en el mercado de fichajes. No hay anuncios, no hay rumores sólidos, no hay señales de planeación deportiva. Nada. Mientras tanto, el resto de los equipos ya se está moviendo: unos apuntalan zonas débiles, otros apuestan por talento joven y algunos más se refuerzan con nombres de jerarquía. Pero San Luis, fiel a su costumbre, parece ver el reloj sin prisa, sin dirección y sin entender que los torneos se ganan desde la construcción del plantel.
Se habla de Anderson Duarte, un jugador joven del Toluca que fue cedido a Mazatlán. Tiene 21 años, edad ideal para crecer, sí, pero también es cierto que no logró brillar en un equipo cuya estructura es bastante más limitada que la del propio San Luis. Si en un club necesitado de referentes no fue determinante, ¿por qué lo sería aquí? Y no porque el jugador no tenga condiciones, sino porque su entorno de desarrollo tampoco pinta para ser el ideal. Allá estuvo bajo las órdenes de Siboldi, un técnico con oficio, campeón y probado. Aquí llegaría a las manos de Guillermo Abascal, un entrenador que ha demostrado una y otra vez que su lectura del juego es pobre, que su idea táctica es plana y que sus decisiones suelen ir en contra de la lógica deportiva.
A eso se suma un problema igual de grave, la desconexión con la afición. Sin fichajes, sin proyecto y sin ofrecer garantías deportivas, la cantidad de abonados es mínima. ¿Quién va a comprometer su dinero para un torneo en el que ni siquiera se sabe si el club quiere competir? El silencio directivo no ayuda. Los aficionados se cansan. Y cuando la afición se cansa, el estadio se vacía, y cuando el estadio se vacía, la presión desaparece… y los directivos se acomodan en la mediocridad.
El 2026 pinta complicado, y no por capricho, sino por simple lógica futbolística. Un plantel que ya era limitado el torneo anterior no ha sido reforzado, los jugadores clave están en incertidumbre, y la directiva, encabezada por Iñigo Regueiro, mantiene su dinámica habitual: dejar ir piezas valiosas y traer jugadores de expansión, como si el equipo fuera un experimento de bajo costo en vez de un proyecto serio de Primera División. La afición ya conoce ese libreto de memoria.
Pero el mayor problema no es que falten refuerzos; es que falta visión. Falta ambición. Falta un rumbo claro. El Atlético de San Luis tiene la oportunidad de consolidarse como un equipo competitivo, pero sigue atrapado en la misma inercia de improvisaciones y apuestas sin fundamento. Y mientras otros clubes planifican, invierten y se fortalecen, en San Luis seguimos esperando, preguntándonos qué nueva ocurrencia saldrá de la oficina de Regueiro esta vez.
Por ahora, solo queda una pregunta que retumba entre los aficionados, entre los analistas y entre cualquiera que mire con tantito sentido común el panorama del equipo: ¿y los fichajes?
