Los Juegos Olímpicos, que revivieron en 1896, tienen sus raíces en los festivales griegos antiguos dedicados a Zeus, comenzando en 776 a.C. en Olimpia, Grecia. Estos juegos inicialmente consistían en una simple carrera a pie, el stadion, y con el tiempo se expandieron para incluir eventos como lucha libre, lanzamiento de jabalina, boxeo y salto de longitud. Los vencedores recibían coronas de olivo, perejil, laurel o pino, junto con recompensas adicionales de sus ciudades.
En contraste, los primeros Juegos Olímpicos modernos, celebrados en Atenas en 1896, introdujeron el sistema de medallas: plata para el primer lugar y cobre para el segundo, evolucionando a oro, plata y bronce en la actualidad. Estos juegos marcaron el renacimiento de la tradición olímpica, con la participación de 280 atletas de 12 países en 43 eventos. Una de las características distintivas de los antiguos Juegos Olímpicos era la desnudez de los atletas, una práctica que simbolizaba pureza y la igualdad entre los competidores, además de permitir un movimiento libre y evitar trampas.
El emperador romano Teodosio I prohibió los juegos en 393 d.C. por razones religiosas, pero la tradición resurgió con los Juegos Olímpicos modernos en 1896. Los Juegos de París en 1900 fueron notables por la inclusión de mujeres en la competición. La Ekecheiria o tregua olímpica, creada para proteger a Olimpia y los viajeros durante los juegos, es un símbolo de paz, aunque en la práctica no detuvo las guerras internas. En la actualidad, Naciones Unidas promueve una iniciativa similar, pero sigue siendo un gesto simbólico.