Hay derrotas que duelen por el marcador y otras que duelen por la forma. La del Atlético de San Luis ante Chivas duele por ambas razones. Porque fue un juegazo, sí, pero uno que termina en la frustración de ver que ni un milagro alcanza cuando la defensa decide borrarse del mapa. Chivas ganó cuatro a tres, pero San Luis tuvo todo para salir con los tres puntos… y lo dejó escapar como quien suelta agua entre los dedos.
Chivas arrancó con paso firme, dos goles que parecían sentencia temprana. Y, sin embargo, San Luis reaccionó. El segundo tiempo fue un bálsamo para la tribuna: presión alta, hambre de pelota, garra para pelear cada balón dividido. El milagro se consumó cuando la remontada se hizo real y por un momento se soñó con una noche mágica. Pero en esta historia, como tantas veces, la defensa se encargó de enterrar todo.
El desastre defensivo tuvo nombre y apellido: Juanpe firmó uno de sus peores partidos desde que viste la camiseta. Desatenciones, espacios regalados, coberturas tardías… imperdonable cuando el rival es un equipo que huele la sangre y no perdona. Lo raro es que en el primer tiempo todo lucía ordenado: dos bloques bien parados, presión medida, líneas compactas. Algo se rompió después y no hubo quien lo reparara.
Y no hay cómo repararlo porque la banca es un espejismo. No existe. No hay recambios de calidad. Yan Phillipe es la prueba más dolorosa de esa carencia: un jugador que no aporta, que estorba más de lo que ayuda y que difícilmente estaría en el once de cualquier otro equipo de Primera División. Es brutal decirlo, pero es la verdad: no tiene nivel para este proyecto.
Abascal, que no es mago, tiene que hacer mucho con casi nada. Con un plantel justo, con una banca fantasma y ahora, con la incertidumbre de la posible salida de Sanabria rumbo a Europa. Si se confirma, se va no solo uno de los mejores del equipo, sino una de las pocas luces de creatividad y desequilibrio que quedan. El panorama, se diga como se diga, es cuesta arriba.
Es cierto que los rivales no eran sencillos: León, Rayados y Chivas. Tres equipos con planteles largos, técnicos de peso y variantes. No es poca cosa rescatar puntos ante ellos. Pero igual de cierto es que San Luis pudo hacer más. Tres puntos de nueve dejan una sensación amarga, porque no se perdió por falta de corazón, sino por errores propios que se repiten jornada tras jornada.
Y ahora, ¿qué sigue? La Leagues Cup aparece en el horizonte. Un torneo que, seamos francos, nunca ha sido prioridad para nadie. Para San Luis, menos. Sin embargo, el nuevo formato podría darles la oportunidad de corregir el rumbo, de sacudirse la presión y de encontrar confianza. Ojalá se tome en serio. Ojalá sirva para dar minutos a quienes sí puedan aportar algo y para probar ajustes que parchen, aunque sea un poco, esa defensa que hace agua cada que huele la presión.
El problema de fondo no es nuevo: hace falta dinero, hace falta proyecto, hace falta estructura. Porque mientras sigan existiendo once titulares buenos pero sin respaldo en la banca, cualquier golpe de viento derriba el castillo. Y mientras la defensa siga regalando ventajas, ni el milagro más grande servirá para sostener victorias.
San Luis tiene corazón, eso nadie lo niega. Tiene afición, estadio y momentos de fútbol que emocionan. Pero el corazón no alcanza cuando el rival sabe que con un par de embestidas basta para voltear la historia. El reto es enorme para Abascal: armar un cuadro competitivo, sostener la ilusión, tapar huecos y resistir la presión de una tribuna que exige y, con justa razón, se harta de ver que el equipo pierde solo.
Queda tiempo, queda Leagues Cup, queda torneo. Queda, sobre todo, la obligación de que cada jugador entienda que defender estos colores significa no rendirse ni un segundo. Porque ya sabemos que los milagros aparecen. Ahora falta aprender a sostenerlos.