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Columna I Atlético de San Luis y su directiva de papel

Por Hares Barragán

El Atlético de San Luis atraviesa una de sus etapas más frustrantes en la Liga MX, y todo apunta a que la culpa recae directamente en una directiva que parece existir solo de nombre. La obsesión por mantener proyectos que no funcionan, como la continuidad de Guillermo Abascal al frente del equipo, demuestra una alarmante incapacidad para corregir errores a tiempo. Mientras otros clubes reaccionan ante resultados negativos, en San Luis se aferran a la inoperancia, dejando que la temporada se pierda lentamente.

Iñigo Regueiro ha demostrado ser incapaz de solventar una plantilla de manera efectiva. Si no hubiera sido por la negativa de Sanabria, el actual capitán del equipo estaría jugando en el América. Al parecer, a Regueiro poco le importó la opinión del jugador y continuó negociando, mostrando indiferencia incluso cuando Sanabria dejó claro que no quería salir. Si bien es entendible que el Atlético de San Luis necesite vender jugadores para solventarse, la falta de planeación y la ausencia de refuerzos adecuados han dejado al equipo en una situación crítica.

La salida de Vitinho en la primera fecha y su reemplazo por Fidel Barajas, quien ni siquiera ha disputado un tiempo completo, evidencia la improvisación de la directiva. Además, se mantienen en el equipo jugadores como Phillipe, quien ha demostrado reiteradamente que no tiene nivel para jugar en Primera División, y hasta hace apenas dos semanas seguía siendo intocable en el esquema de Abascal.

El desinterés no termina en la planeación deportiva. Jacobo Payán, presidente del club, parece más preocupado por sus negocios personales que por el equipo que dirige. Su rol es más decorativo que efectivo, se le puso al frente para que un potosino aparezca como líder, mientras su verdadera atención está en abrir restaurantes y consolidar su imagen empresarial. Este tipo de gestión tiene consecuencias directas, el equipo carece de refuerzos estratégicos, los jugadores clave ven sus minutos limitados y la afición se siente ignorada.

El malestar de los aficionados no se limita a la cancha. Los boletos siguen siendo extremadamente caros, y no existen promociones ni beneficios significativos para los abonados. Mientras en clubes de renombre los seguidores reciben camisetas, descuentos o incentivos especiales, en San Luis lo máximo que se les ofrece es una sopa instantánea. La directiva ha olvidado que el club vive tanto de los resultados deportivos como de la lealtad y apoyo de sus seguidores.

En cuanto a fichajes, la dirección deportiva ha demostrado un tino cuestionable. La única acertada fue la de Joao Pedro, pero el club duró más de tres años sin un centro delantero confiable. La salida de Nico Ibañez dejó un vacío que parecía imposible de cubrir, y aunque ahora se ha encontrado un sustituto, no hay garantía de estabilidad ni continuidad.

El panorama actual es alarmante, la temporada está prácticamente perdida, y no hay señales de que la directiva haga algo para remediarlo. Las figuras del equipo tienen los minutos contados, los refuerzos son insuficientes, la planificación brilla por su ausencia y el manejo económico del club parece improvisado y sin criterios claros. La sensación general es que nadie dentro de la directiva se preocupa por el rendimiento del equipo ni por la experiencia de la afición, que cada jornada observa cómo su inversión y lealtad son ignoradas.

Si el Atlético de San Luis quiere cambiar esta percepción y recuperar credibilidad, necesita decisiones valientes, un liderazgo comprometido y una estrategia clara en todas las áreas. Mientras tanto, la directiva de papel continúa viendo cómo la temporada se escapa, dejando a los seguidores con frustración y un sentimiento creciente de abandono. La urgencia de actuar es innegable, porque el tiempo no espera y cada jornada perdida pesa en la historia del club.