Pierroth Jr., uno de los luchadores más emblemáticos de la lucha libre mexicana, quedó marcado por una tragedia que cambió su destino para siempre. Con su característico atuendo en amarillo y negro, fue una figura icónica en el ring, pero en noviembre de 2008 su carrera terminó de manera abrupta tras sufrir un derrame cerebral.
El luchador solía someterse a tratamientos para mejorar su columna vertebral, pero durante una consulta médica sufrió un evento cerebrovascular hemorrágico (EVC), lo que afectó gravemente su movilidad y su capacidad para hablar. Con el tiempo, perdió la habilidad de caminar y terminó en silla de ruedas, alejándose definitivamente de la lucha libre.
De acuerdo con la UNAM, este tipo de derrames ocurren cuando una arteria se rompe, interrumpiendo el flujo sanguíneo y dañando las neuronas. La Organización Mundial de la Salud señala que cada cinco segundos se registra un EVC en el mundo, afectando a 15 millones de personas al año, de las cuales 5 millones fallecen y otras 5 millones quedan con una discapacidad severa.
La historia de Pierroth Jr. es un recordatorio del impacto de estos padecimientos y de la fragilidad de la vida, incluso para aquellos que parecían invencibles en el cuadrilátero.