Nuevo año, contador a cero y las mejores intenciones. Ahora sí que voy a ir al gimnasio, quiero comer sano, seré más ordenado, estudiaré inglés… Pero nada de lo que hayamos elegido como propósito es tan urgente como practicar la bondad, la «inclinación natural a hacer el bien» y esa «amabilidad de una persona respecto a otra», según la RAE.
Diferentes investigaciones confirman que apostar por la bondad en nuestra vida cotidiana tiene consecuencias positivas en nuestro cerebro y en nuestro estado general de salud. Además, contribuye a la formación de lazos sociales más estables y positivos.
¿Hay que esforzarse por ser buena persona en un contexto individualista y egoísta? ¡Claro que hay que trabajar muy duro! Que el ser humano aspire a la bondad es algo que ya sabíamos y la ciencia del comportamiento, la antropología y la neuropsicología, está afianzando esa idea.
Por ejemplo, en un avión, antes de atender al de al lado es clave que uno mismo se ponga la mascarilla, lo mismo sucede en la sociedad: yo conmigo es el nivel más inmediato de salvación, yo contigo viene después, luego nosotros y nosotras. Este orden es clave». Recuerda la etapa de la crisis del coronavirus, cuando la responsabilidad personal era clave para no contagiar al resto.
Bimbela un Doctor es psicología afirma que «Es un momento muy difícil en el que vamos como ovejas, sin vislumbrar objetivos de bienestar para todos. Los estudios que he revisado dicen que las conductas altruistas aumentan la oxitocina y disminuyen el cortisol, la hormona del estrés, y además de están relacionadas en el estudio de disminución de procesos inflamatorios».
¿Además de esta salud más física, en la parte emocional que aporta la bondad? Citando al filósofo griego Epícteto: «Lo más relevante no es lo que pasa, sino cómo interpreto lo que me pasa. Nos da poder como individuos ante una situación que podemos ver de forma más pesimista y catastrófica».
En la salud social apuesta por los famosos 6 verbos de la comunicación: Preguntar, escuchar, empatizar, resumir, reforzar y retroalimentar. En el ámbito de la bondad se construyen relaciones de respeto y confianza mutua. Es tan común ver muchas conversaciones en las que no se escucha, sino que se está pensando en cómo vas a contraatacar en la siguiente réplica. También somos muy de suponer. Tenemos que preguntar para poder entender los sentimientos o razones de los demás, aunque no los compartamos.
Por último, para llegar a mantener una conducta bondadosa, es necesaria la salud ética. Esta es la estrategia que se trata en escuelas de negocios y todos hemos oído alguna vez: el win-win o ganar-ganar. Ya estaba en los escritos bíblicos en ese “amarás al prójimo como a ti mismo”. Nadie puede ser tan bueno que parezca tonto, no es ir en plan mártir, sino entender que la bondad es para todos. Para poder dar lo mejor al otro primero te tienes que cuidar tú.