Mientras algunos se centran en seguir hurgando en el cerebro humano, varios estudios llevados a cabo en la última década sugieren que nuestra inteligencia general está bajando. Ojo, no en su conjunto, porque en lo que se refiere a razonamiento espacial sí que mejoramos, pero empeoramos en los demás campos y no se debe a inesperados intrusos en nuestra cabeza.
Durante casi veinte años se llegó a la conclusión de que el llamado Efecto Flynn era correcto y que cada generación era más inteligente que la anterior en cuanto a los resultados de valorar su CI. Sin embargo, desde hace alrededor de una década estos resultados han ido empeorando.
Figuras como Álvaro Bilbao, doctor en Psicología de la Salud, tienen claro que el impacto de la tecnología tiene mucho que ver al pasar demasiado tiempo delante de pantallas consumiendo contenido digital, sin contar con los factores familiares. Según su hipótesis, la sobreprotección de los niños también tiene su impacto en ciertas regiones del cerebro asociadas al desarrollo intelectual.
No es la única voz que piensa que el consumo de contenidos digitales, por ejemplo, con los smartphones (con cada vez más herramientas) pueden estar afectando a cómo desarrollamos nuestra inteligencia. El acceso a la educación de manera más sencilla puede haber ido ayudando a mejorar nuestra mente durante décadas, pero es posible que hayamos tocado techo en este aspecto. El problema, no obstante, puede venir de mucho antes.
Por supuesto, se ha tenido en cuenta que los factores socioeconómicos influyen en las posibilidades de desarrollar todo nuestro potencial intelectual. Una región con conflictos constantes, con graves niveles de desigualdad económica, etc. tendrían un impacto negativo en los estudios. Sin embargo, según Michael Desmurget, incluso al valorar zonas y comunidades muy estables en estos aspectos, el cociente intelectual ha ido bajando de manera constante.
El impacto de la tecnología sí que ha quedado demostrado en diversos experimentos, como uno de la universidad de Austin, Texas, que revelaba que los sujetos prestaban más atención si no tenían sus smartphones a mano. Por supuesto existen muchas otras teorías al respecto, con algunas negando nuestra «tontificación» y atribuyendo la caída del CI a que las pruebas puedan estar desfasadas.
Evidentemente, es imposible valorar a toda la humanidad en conjunto, estando los resultados delimitados por los sujetos de estudio. La realidad es que únicamente el futuro podrá determinar si realmente nos estamos volviendo
menos inteligentes o si estamos a la altura del desafío global que el mundo del mañana nos tiene reservado.