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El mecanismo de defensa más común

Dar la espalda a los problemas rara vez los soluciona; el tiempo, por sí solo, a la hora de deshacer nudos suele liarse, sin embargo, la evitación sigue siendo un mecanismo de defensa común; huimos de lo que preocupa, aplazamos lo que nos estresa y asumimos que no dar importancia a lo que duele hará que, tarde o temprano, deje de doler por completo.

Sin embargo, la mayoría hemos comprobado que la estrategia falla, y mucho, porque escapar de lo que hace daño, de lo que preocupa o inquieta, además de no resolver nada, incrementa la emoción sentida y por supuesto, intensifica la ansiedad, a veces el simple hecho de “no hacer nada” también supone un mecanismo de escape.

La evitación es una respuesta conductual desadaptativa al miedo y la ansiedad, la aplicamos de infinitas maneras y este es además un comportamiento que puede cronificarse, lo hacemos cuando, por ejemplo, nos decimos que es mejor dejar de pensar en eso que nos preocupa y enfocarnos en otras cosas, también cuando procrastinamos, cuando dejamos pasar los días antes de ocuparnos de esa responsabilidad, tarea u objetivo.

Existen tres tipos de evitación que utilizamos más comunmente, los cuales son:

• El pensamiento evitativo. Define esa costumbre tan nuestra en rehuir y no pensar en aquello que enturbia el bienestar.

• Conducta evitativa. Este es otro comportamiento limitante y a menudo, hasta problemático. Son esas situaciones que uno prefiere evitar porque le generan ansiedad o estrés.

• Procrastinar. Dejar para mañana lo que tengo que hacer hoy, aplazar lo que debería estar resolviendo ahora, dejar para el último momento aquello que me produce ansiedad.

La evitación no es una conducta que debamos desactivar siempre y en todos los casos, a veces, nos es útil y necesaria, evidentemente, es necesario evitar aquello que supone un riesgo evidente, sin embargo, cuando empezamos a rehuir de situaciones cotidianas que deberíamos afrontar, solucionar o manejar, nuestra vida cotidiana se ve limitada, es entonces cuando surge el malestar se eleva.

El afrontamiento evitativo no resuelve; en su lugar, nos condena a un malestar mayor, aunque sea en diferido, la mejor alternativa es desplegar un afrontamiento activo:

• Tracemos un plan, un mecanismo de actuación para resolver lo que preocupa.

• Busquemos apoyo, hablemos con amigo o un profesional especializado y compartamos esos miedos, esas angustias.

• Hagamos algo cada día que nos permita adoptar un enfoque proactivo y no pasivo. pocas respuestas son más problemáticas que la evitación, nada crece en ese espacio, nada se resuelve si optamos por rehuir, por poner distancia o cerrar los ojos ante lo que preocupa o inquieta, tarde o temprano estaremos obligados a afrontar ese estímulo, si es hoy, mucho mejor.

Estefanía López Paulín

Contacto: psc.estefaniapaulin_uaslp@hotmail.com Número: 4881154435

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