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Hablemos de la sobrecarga sensorial 

Por: Estefanía López Paulín

Todos en algún momento de nuestras vidas nos hemos sentido abrumados o molestos en un ambiente ruidoso, con mucha gente o con muchas luces, pero ¿por qué sucede esto? Resulta que el cerebro ante muchos estímulos puede entrar en una sobrecarga sensorial, al intentar procesar tanta información. 

Una sobrecarga sensorial ocurre cuando estamos expuestos a un lugar o cosa que estimula excesivamente uno o más de nuestros sentidos. Podría ser el volumen alto de un televisor, una habitación llena de personas o una cafetería ruidosa y con un olor intenso. Nuestros sentidos reciben de manera repentina demasiada información para ser procesada por el cerebro. 

Este estado de sobrecarga sensorial puede manifestarse en forma de sentimientos fuertes, pensamientos dispares, tensión física, mental y emocional, e inquietud interna. Esto es a menudo seguido por el agotamiento y el cansancio porque su sistema nervioso ha estado funcionando “en sobremarcha”. 

La tendencia a sobreestimularse no puede evitarse por completo, porque es imposible evitar todas las situaciones potencialmente difíciles, ya sea una visita a un supermercado lleno, la fiesta de cumpleaños de tu hermano, dar una presentación en el trabajo, etc, estas situaciones pueden sentirse rápidamente sobreestimulantes porque están acompañadas por el procesamiento de numerosos estímulos internos y externos. 

La regulación emocional realmente puede ayudar con esto. 

En el contexto de la psicoterapia, la regulación emocional es la capacidad de regular tus propios sentimientos, particularmente cuando estos sentimientos son muy intensos y desagradables. El objetivo aquí no es no sentir nada más o simplemente sentirse bien, sino ser mejores en tolerar nuestros sentimientos y nuestra excitación emocional para que no nos sintamos impotentes y controlados por ellos. 

Las siguientes habilidades de regulación emocional pueden ayudarnos a lidiar mejor con la sobrecarga sensorial y los sentimientos fuertes: 

  • La capacidad de notar, diferenciar y nombrar tus emociones («me siento enojado», «me siento molesto», «me siento atrapado»). 
  • La capacidad de reconocer los factores desencadenantes y el mantenimiento de tus emociones («me siento … porque …», «cada vez que hago …, entonces me siento …»). 
  • La capacidad de influenciar la intensidad, duración y calidad de las emociones. 
  • El desarrollo de la atención plena y la aceptación cuando se trata de emociones (observar los sentimientos antes de tomar medidas, aprender a tolerar los sentimientos). 
  • Aprender a normalizar las emociones («es normal y no es un problema sentirse así», «otras personas se sienten así en este tipo de situaciones»). 
  • Cuando experimentas emociones negativas, aprendes a ser solidario y afectuoso en relación contigo mismo, empatizas contigo mismo y enfrentas tu propio sufrimiento o dolor de una manera amable y compasiva, tal como lo harías con un amigo. 
  • Aprender a formar pensamientos alternativos y autocalmantes («mantén la calma», «tómalo con calma», «un paso a la vez»).