Hace poco me encontraba caminando por las calles del bello centro de la capital potosina, con un paso sin prisa, pero tampoco lento, disfrutaba de la tarde bañando de luz aquellas plazas, cuando de pronto una señora muy enojada pasa al lado mío, ella iba notablemente enfadada, repelando contra todo aquel que se cruzara en su camino.
En un cruce todos nos detuvimos a esperar el semáforo para cruzar, mientras que ella nos empujaba y decía en voz alta “p*nche gente lenta”, para mi desfortunio, esta señora me empujo fuertemente, me miro con altanería y me dijo: “¿qué?”.
En ese momento sentí que mi sistema nervioso simpático se activaba y resistí la tentación de reclamarle o decirle algo ofensivo a la señora. Durante varios minutos después, estuve furiosa en silencio. Se sentía como si se hubiera salido con la suya, como si yo hubiera perdido y ella hubiera ganado. Cada vez que repetía el “¿qué?” en mi cabeza me sentía enojada y humillada. Una parte de mí realmente quería regresárselo de alguna manera, pero sabía que nada bueno saldría de eso.
Sin duda, has tenido encuentros similares con personas desagradables o agresivas, ya sea caminando en la calle o en otro lugar. Estos episodios son una oportunidad perfecta para practicar los principios del estoicismo.
1. Los juicios, no los eventos, molestan a las personas
Mientras reflexionaba sobre lo que había sucedido, tuve que preguntarme ¿»qué me había hecho esa señora en realidad”? La idea de que ella me había «humillado» o «ganado» se basaba en múltiples capas de interpretación. Los hechos eran mucho más simples:
- Una señora quería ir más rápido que el resto de las personas.
- Pasó y me empujo porque le bloqueaba el paso, aparentemente ya enojada y desesperada.
- Cuando me empujó solo me pregunto de manera enojada “¿qué?”.
La impotencia y la sensación de victimismo que sentí no formaban parte de los eventos en sí mismos. Nada dice que empujar y ser grosero con los demás equivale a «ganar».
Como escribió el filósofo estoico Epicteto en Enquiridión hace casi dos milenios:
«No son los acontecimientos los que perturban a la gente, son sus juicios sobre ellos». Unas páginas más tarde dice: «Otra persona no te lastimará sin tu cooperación; estás herido en el momento en que crees que lo estás».
No fueron las acciones de la señora las que me molestaron, fue el significado que les di. Cuando alguien hace algo que te ofende, pregúntate qué es un hecho y qué es una interpretación.
No le des tu tranquilidad a los demás
Los juicios que haces impulsan tus reacciones emocionales. Si quieres «ganar» a otros, mantén tu ecuanimidad. La única forma en que perdería ante esa mujer hubiera sido si le respondía, perdiendo la tranquilidad.
¿Por qué dar poder a las personas difíciles sobre cómo te sientes y qué haces? Tu equilibrio emocional no debe confiarse a las acciones de los demás. Puedes dejar que las personas sean groseras o irracionales, sin actuar como si tu único recurso fuera enojarte y responder de la misma manera.
Los estoicos reconocieron que la tranquilidad mental se encuentra al enfocarse en lo que realmente eres responsable. Epicteto aconsejó preguntarte a ti mismo: “¿Es esto algo que está bajo mi control? Y si no es una de las cosas que controlas, entonces no es de tu incumbencia.'»
Si deseas sufrir menos, practica tratar a las personas irritantes como lo haría un estoico. Reconoce que la persona es irritante solo en la medida en que tú se lo permitas.