La felicidad infantil tiene un mecanismo mucho más sencillo de lo que pudiéramos imaginar, muchos piensan que un niño es feliz si tiene muchos juguetes, si se le cumplen sus caprichos y si tiene pocas rabietas, pero lo cierto es que la verdadera felicidad de estos pequeños es mucho más barata y más fácil de conseguir que todo eso.
En la sociedad “de las prisas” vemos a padres que intentan suplir la falta de tiempo familiar con regalos materiales con los que esperan que sus hijos “perdonen” el poco tiempo que pasan junto a ellos, y en el momento en el que tienen un poco de tiempo libre para dedicarlos, llenan la agenda de planes o se mantienen pegados a la pantalla de un teléfono móvil mientras el niño juega.
Detengámonos un poco a recordar, ¿Cuál es el momento más nítido y feliz que recuerdas de tu infancia? Seguramente se tratará de algún recuerdo que involucra estar rodeado de tu familia, convivir con tus padres, hermanos y demás familia, y de esto se trata el primer pilar, la felicidad no se encuentra en detalles costos, sino de momentos de calidad con nuestra familia.
Esta fue la conclusión a la que llegó, de hecho, el mayor estudio sobre felicidad denominado Harvard Study of Adult Development, concluyó que el motor de una vida feliz no es el yo, sino nuestra conexión con los demás.
Otro de los pilares de la felicidad infantil es el juego. El juego es el principal vehículo de aprendizaje, ¿Qué significa esto? Que los niños aprenden a través de él y que jugando son felices, pero no solo eso, el juego es el hábito perfecto para fortalecer la salud mental de los más pequeños.
Así lo concluyó un estudio llevado a cabo por la Fundación LEGO y Unicef: “Las pruebas sugieren que el aprendizaje a través del juego está relacionado con los sentimientos de emociones positivas de los niños, como su experiencia de alegría en relación con el aprendizaje”.
Y en tercer lugar, pero no menos importante está el afecto. El poder que un abrazo y un beso tienen sobre los niños es algo que la ciencia también ha demostrado a lo largo de la historia.
Sin ir más lejos, un estudio publicado en la revista Journal of Epidemiology & Community Health afirmó que las personas que habían sentido afecto en su niñez tenían niveles más bajos de ansiedad durante la etapa adulta.
Además, son perfectos para tranquilizar a los niños, para ayudar a que se sientan seguros, permitirles experimentar el amor desde cada uno de los lenguajes de comunicación.
Hacer feliz a un niño no es caro, ni requiere un esfuerzo sobrenatural, solo hace falta un poco de tiempo de calidad, apertura y participación en el juego y demostrar afecto de alguna manera en la que el niño pueda palparlo.
Estefanía López Paulín
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