El término “inteligencia emocional” ganó popularidad en 1995, en el libro «La inteligencia emocional», escrito por el periodista científico Daniel Goleman. Él la definía como “la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y los de los demás, de motivarnos y de manejar adecuadamente las relaciones”.
Como apunta el experto, es una capacidad que puede aprenderse y que utilizada correctamente resulta muy beneficiosa tanto para ti como para quien te rodea. Y aunque la inteligencia emocional se vea como una especie de superpoder, las malas personas también pueden explotarlo.
Pero como pasaba con Spiderman, “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”, y tener inteligencia emocional que se relaciona por ejemplo con la responsabilidad afectiva, no implica que seamos buenas personas, porque muchas usan este “poder” para manipular a los demás en su propio beneficio.
Por ejemplo, las personas con alta inteligencia emocional suelen ser mejores a la hora de ser persuasivos con los demás. Si atendemos a la definición de persuasión, podemos ver que es una habilidad que consigue con palabras y actitudes que otra persona actúe como deseamos. Y si la intención de esa persuasión no es honesta, estamos ante una manipulación.
De hecho, tal y como explica Alejandro García Alamán Psicoterapeuta humanista, una manipulación implica una intención deliberada, lo que en terminología de Análisis Transaccional serían juegos psicológicos.
Las personas con inteligencia emocional aprenden a través de interacciones con los demás y esto les hace cada vez más receptivos a las emociones de otras personas que pueden usar o no en su beneficio. Es más, son buenos para regular sus propias emociones lo que implica que también pueden desarrollar capacidad para controlarlas y ocultarlas.
Lo que hacen con esa inteligencia emocional desarrollada es mover los hilos correctos para “guiar” a otra persona en una dirección que beneficiosa para ellos convirtiéndolos en peones sociales, saben cómo reacciona la otra persona y regulan sus propias emociones para provocar en ellas la reacción que buscan.
En psicología se habla de rasgos maquiavélicos que se manifiestan a través del engaño y manipulación de los demás. El psicólogo Arturo Torres explicaba que una persona con rasgos maquiavélicos tiende a la cosificación de las personas, tiene facilidad para detectar debilidades ajenas y un gran control de los impulsos.
Aunque un manipulador emocional puede mostrarse encantador al principio, gracias a que conoce a la perfección las reglas del juego social, suelen ser personas egocéntricas que dan prioridad a sus necesidades, no son empáticas, tienen rasgos maquiavélicos, no tienen remordimientos y cuentan con una gran habilidad para detectar las debilidades de los demás y sacar partido de ellas, como decíamos antes.
Es importante prestar más atención a los actos que a las palabras. Por ejemplo, alguien que te hace love bombing al principio de la relación, es más que probable que sea un manipulador emocional, esas incoherencias entre sus palabras y sus actos es tremendamente útil para identificarlos.
Conoce tus derechos fundamentales como persona que representan los límites que los demás no deben traspasar y que no debes sentirte mal por defender.