Desde el viernes, los rusos se han embarcado en un proceso electoral de tres días para elegir al próximo presidente, en un contexto marcado por la reciente ofensiva en Ucrania y la previsible reelección del actual mandatario, Vladimir Putin, en el poder desde hace 24 años.
Con los colegios electorales abiertos desde la península de Kamchatka hasta Kaliningrado, los rusos tienen la oportunidad de expresar su voz en unas elecciones que reflejan el dominio político de Putin y su política exterior agresiva, especialmente en relación con Ucrania.
La reelección de Putin, casi asegurada en un contexto donde la oposición real ha sido eliminada o silenciada, podría extender su permanencia en el poder hasta 2030, consolidando su liderazgo como el más prolongado desde Catalina la Grande en el siglo XVIII. Sin embargo, las elecciones han sido tachadas de «farsa» tanto por Ucrania como por los gobiernos occidentales, que ven el proceso como una mera formalidad en un entorno político controlado por el Kremlin.
El inicio del proceso electoral coincide con informes de la escalada de violencia en Ucrania, con bombardeos que han cobrado vidas civiles tanto en territorio ucraniano como ruso. Estos eventos subrayan la tensión persistente entre ambos países y sugieren que el conflicto podría intensificarse en los próximos días.
A pesar de la dominación de Putin en el panorama político ruso, algunos sectores de la sociedad expresan su descontento y su intención de protestar, como lo demuestra el llamado de Yulia Navalnaya, viuda del opositor Alexéi Navalni, a boicotear las elecciones y congregarse en los colegios electorales como acto de resistencia.