El Gobierno sirio celebró este sábado la decisión de Estados Unidos de levantar formalmente las sanciones económicas que pesaban sobre el país, sumido en una profunda crisis tras más de 13 años de guerra civil. La medida, anunciada por el presidente Donald Trump durante su visita a Riad el 13 de mayo, busca dar una «oportunidad» al nuevo gobierno surgido tras la caída de Bashar al Asad en diciembre pasado.
En un comunicado, el Ministerio de Relaciones Exteriores sirio calificó el levantamiento como un «paso positivo» que podría «reducir el sufrimiento económico y humanitario». Las sanciones, impuestas y reforzadas desde 1979 —y especialmente tras la represión de las protestas prodemocráticas en 2011—, habían estrangulado la economía nacional, dificultando la reconstrucción y el flujo de inversiones.
El secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, confirmó que su departamento y el Departamento de Estado están trabajando en «autorizaciones para fomentar nuevas inversiones» en Siria. Sin embargo, Washington condicionó el alivio a que Damasco no dé refugio a grupos terroristas y garantice la seguridad de las minorías religiosas y étnicas.
Como parte del paquete, el Departamento de Estado emitió una exención de 180 días que permite a empresas y aliados internacionales participar en la reconstrucción de infraestructuras, realizar transacciones con petróleo sirio y operar con entidades previamente bloqueadas.
«Esto permitirá inversiones que promuevan la estabilidad y apoyen la recuperación», declaró el secretario de Estado Marco Rubio, aunque advirtió que EE. UU. espera «acciones rápidas» del gobierno sirio en materia de derechos humanos y reformas democráticas.
La decisión de Washington llega días después de que la Unión Europea anunciara el 20 de mayo el fin de sus sanciones económicas, lo que facilitará el acceso de Siria a los mercados financieros internacionales y el desbloqueo de activos de su banco central.
La guerra siria dejó más de 500,000 muertos, millones de desplazados y ciudades enteras reducidas a escombros. Con el cese de las sanciones, Damasco espera atraer capitales para reactivar servicios básicos, industrias y comercio. No obstante, persisten desafíos: la fragmentación política, la presencia de grupos armados y la debilidad institucional podrían ralentizar la recuperación.
Mientras las potencias apuestan por la estabilización, el mundo observa si el nuevo gobierno logra traducir este respiro económico en mejoras tangibles para una población exhausta tras años de conflicto.