Policiacas

El Monstruo de Tamuín, catequista, karateca y asesino serial

La historia lo llamaría El Monstruo de Tamuín o La Bestia de Tamuín. Los adjetivos que lo describen son certeros por sus acciones. El mexicano, que todavía vive, cazaba niñas en la entidad federativa de San Luis Potosí.

Filiberto Hernández Martínez nació en el municipio de Ébano, ubicado en el mismo estado donde mató, en 1971. Creció en el poblado de Tamuín, en una casa hecha de madera, plásticos y lámina en la calle Prolongación Moctezuma, en la colonia Luis Donaldo Colosio.

El asesino serial perpetró sus crímenes en Tamuín, al sur de la entidad, entre los años 2010 y 2014. Ahí violó y asesinó a por lo menos cuatro niñas y una mujer.

El asesino nació en el seno de una familia de escasos recursos. Tenía una hermana y tres hermanos y su madre se llamaba Julia Martínez. Su padre, Marcelino Hernández, declaró que “él se lo buscó”. “Él era buen muchacho, yo los enseñé a trabajar desde chicos, porque había que darles para la escuela y siempre salían a hacer mandados. Aquí jugaban con los vecinos”, dijo.

El Monstruo de Tamuín, a los 17 años de edad, dejó la escuela para convertirse en militar. Desde ese entonces su familia dejó de verlo con frecuencia. Cuando regresó casi nunca visitaba a sus padres.

“Aquí no lo queremos y no estamos de acuerdo con lo que hizo”, señaló su hermano Nicolás.

Hernández Martínez era instructor de karate y maestro de catecismo. No eran sus únicos oficios. Durante alrededor de cuatro años se encargó de convertir a Tamuín en un infierno. Poco a poco, con la desaparición de menores de edad, adolescentes y un adulto.

Las autoridades estatales lo detuvieron en julio del 2014. El entonces procurador del estado reveló que se utilizó su confesión para encontrar los cadáveres de dos de sus últimas víctimas: Dulce Jimena, de nueve años de edad, quien desapareció en abril, y Eliehoenai Chávez, de 32, quien fue secuestrada en mayo tras salir de la fábrica donde trabajaba.

“La estrangulé y después la fui a tirar en una caja de cartón”, dijo el asesino de Dulce Jimena. Vivía cerca de su casa. La violó, la ahorcó y después abandonó su cadáver en un sembradío l)

El asesino también mató a Adriana, de 13 años de edad. Desapareció cuando caminaba de la escuela a su casa en el 2011. Fue encontrada sin vida el mismo año. Rosa María, de 15 o 16 años, fue reportada como desaparecida el 29 de octubre de 2010. Sus huesos fueron encontrados en el 2014 y su identidad confirmada hasta el 2017.

Itzel, de 12 años, desapareció en el 2013, cerca de donde otros cuerpos fueron hallados. Cuando fue capturado en 2014, las autoridades lo trasladaron a un penal de máxima seguridad en Gómez Palacio, Durango, el Centro Federal de Readaptación Social Número 14 (Cefereso).

Los ciudadanos y el gobierno, antes de su captura, pensaron que se trataba de un robachicos, o que la delincuencia organizada las estaban reclutando, o que una red de trata de personas las secuestraban para después prostituIrlas. No se imaginaban que era la obra de un solo humano.

Algunos tenían las hipótesis de que las menores habían huido de sus propias casas.

El jueves 3 de julio del 2014, agentes de la Policía Ministerial lograron aprehender a Filiberto Hernández Martínez con la ayuda de las investigaciones privadas de su última víctima. Fue detenido inicialmente por la portación de un arma de uso exclusivo del Ejército. Después de ser arrestado confesó haber secuestrado, violado y asesinado a cinco mujeres.

Él mismo guió a los elementos a los terrenos donde tiró los cuerpos de sus víctimas: la ubicación exacta de los cinco en la zona conocida como El Cañaveral, entre Tamuín y Ciudad Valles.

Pero La Bestia de Tamuín casi queda libre en el 2016, cuando un juez lo liberó de uno de los cinco crímenes que se le imputan. Familiares de Adriana Martínez Campuzano ganaron en enero del 2017 un amparo para investigar de nuevo su caso después de que el juzgado lo exoneró del asesinato y la violación “por falta de pruebas”.

Fuente : Infobae

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