Se apagaron las luces del poblado, solo las estrellas, el olor a incienso, murmullos y llantos… por las calles empedradas, transitaba la procesión, en total silencio, casi en total obscuridad, todos con ferviente respeto veían las siluetas de los dolientes. Imponente y gloriosa pasaba; la Virgen de la Soledad, todo aquel fiel que quisiera cargarla, se le permitía.
Inicio en el Cementerio de Guadalupe, luego por las calles principales hasta llegar al templo de la Purísima Concepción (Santuario de San Francisco de Asís).
Así, sentimos y vivimos momentos que suelen pasar en Real de Catorce.
Cortesía: Dirección de Turismo de Real de Catorce