A pesar de haber cerrado sus puertas hace varios años, los matehualenses siguen recordando los tradicionales molotes, elaborados por la familia Hernández Bravo en su negocio llamado “El Resbalón”.
En “El Resbalón” se cocinaban tacos, tamales, pozole, pero los molotes, elaborados en brasero, era el platillo más solicitado, dijo Miguel Hernández Bravo al locutor José Paz Villanueva Contreras, en una transmisión reciente de la estación Oye 105.5 FM, dentro del programa “Memorias de nuestra gente”, que se publica en Facebook y por sus diferentes plataformas.
El negocio lo inició su abuelo materno, don Justo Bravo López, originario de la ciudad de San Luis Potosí.
Se puede decir que el molote comparte origen, ya que tradicionalmente se prepara en Puebla, Tlaxcala, Oaxaca, San Luis Potosí y Veracruz.
“El Resbalón” estuvo localizado en la esquina de Cuauhtémoc y Rayón, luego por la calle de Morelos y, finalmente, por Julián de los Reyes, frente a la casa del Dr. Ibarra.
Entrevistado mientras reparaba un auto en un taller donde labora, Hernández Bravo, de 66 años de edad, recordó las actividades de “El Resbalón” y cómo era el Matehuala del ayer.
Sus papás también eran originarios de la ciudad de San Luis Potosí y llegaron a Matehuala en 1963, hace 60 años, entonces Miguel tenía como unos 6 años.
MATEHUALA DEL AYER
Era una ciudad muy tranquila y los restaurantes que recuerda son el Linda, por la calle Hidalgo, junto a Autobuses Anáhuac, y el Domi, frente a la plaza de armas.
Otros negocios existentes a inicios de los años sesenta eran la Panadería Guadalajara, la panadería del Sr. Siade y la Frutería Laredo.
Entonces estaban el Cine Othón, en el Teatro Othón, y el cine Las Américas; frente a la iglesia, ahora Catedral, estaba la Casa Gómez Azcárate.
También recordó que por calle Hidalgo había peluquerías, tiendas de ropa y calzado, como la de la familia Ham.
Los límites de Matehuala entonces eran la estación del ferrocarril por el lado norte, y por el lado oriente la ciudad llegaba al Panteón.
Entre sus estudios primarios, recordó que los hizo en la Escuela Rosas Moreno y Miguel Alemán, localizadas en antiguos edificios.
Desde pequeño, como a los 12 años, Miguel aprendió mecánica con Pedro Salazar “El Chino”, oficio que combinaba con su colaboración en el negocio familiar “El Resbalón”.
En sus inicios como mecánico, trabajó con Pablo García “La Burra” y entre los autos que empezó a componer estaba un Dodge De Soto.
También trabajó con don Antonio Nava en un taller de hojalatería y pintura, en la mina de La Paz, S. L. P., dando mantenimiento a las máquinas diésel, y en Mercantil de la Rosa.
PREPARACIÓN DE LOS MOLOTES
El éxito de los molotes radica en su elaboración con una masa de maíz que no esté ni muy remolida ni muy quebrada.
Recordó las jornadas de mucho trabajo para preparar los platillos, como preparar de 40 a 50 pollos, cocinar papas, frijoles, salsa y moler alrededor de 20 kilos de maíz en un molino de mano.
Los sábados y domingos en “El Resbalón” se vendían carnitas, para lo cual preparaban tres o cuatro marranos.
Miguel vive el Ojo de Agua, municipio de Matehuala; está casado con Irene, tiene cuatro hijos y nueve nietos; sus hijos viven en La Paz, Cedral y Matehuala, S. L. P.
La familia Hernández Bravo dejó su residencia en la ciudad de San Luis Potosí desde hace 60 años para echar raíces en Matehuala; recordó que en la capital potosina aún tienen familiares que viven por la Avenida Himno Nacional, en la zona industrial y en la Avenida Industrias.
Parco para hablar, dijo que fue a Estados Unidos, pero no le gustó, porque se vive una vida muy intensa. “A qué vas a buscar lo que no tienes perdido”, respondió.
A pesar de la muerte de su mamá en 1979, el negocio familiar continuó, pero unos años después cerró, dejando a los matehualenses sin los sabores de los exquisitos molotes y platillos de la familia Hernández Bravo.
Siempre con mucha laboriosidad, Manuel prefirió ejercer la mecánica y dejó de lado el negocio de los molotes, porque “el que tenga tienda que la atienda”.
Así se cerró un capítulo en la vida de un negocio que se recuerda con especial encanto y que dio gusto a los paladares de los matehualenses: “El Resbalón”.
El autor es cronista honorario de la Asociación Estatal de Cronistas Municipales de Nuevo León “José P. Saldaña”, A.C. y cronista adjunto de Cedral del Consejo de la Crónica de los Municipios del Estado de San Luis Potosí.