El aroma a vainilla, chocolate, limón y el inconfundible olor a dulce de los pasteles recién horneados invaden el ambiente de la Pastelería De Englantina, un negocio que, si bien relativamente joven, lleva consigo el peso de una tradición familiar arraigada en la repostería. En entrevista, Ignacio Javier Barajas, el joven emprendedor detrás de este prometedor proyecto, compartió cómo ha logrado convertir el legado de su abuela en un negocio próspero que deleita el paladar de los potosinos.
Hace apenas dos años, Ignacio se aventuró en el mundo de los pasteles para dar continuidad al negocio familiar. Lo que comenzó como una iniciativa modesta, vendiendo sus creaciones desde la comodidad de la casa de su abuelita, rápidamente cobró impulso. «De ella aprendí todo», confiesa Ignacio con una sonrisa. Y es que la repostería no es un oficio que Ignacio haya adoptado al azar; en su familia, el arte de hacer pasteles es una vocación que se transmite de generación en generación. Nació en una familia que se dedica a este arte.
Hoy, Pastelería De Englantina se ha consolidado como un referente para aquellos que buscan pasteles con el sabor de lo hecho en casa, con la calidad y la pasión que solo una tradición familiar puede garantizar. La historia de Ignacio es un testimonio de lo que logra el poder de la herencia y la dedicación, demostrando que con los ingredientes correctos y el toque de amor de abuela, cualquier sueño puede ser horneado a la perfección.