Ya huele a Semana Santa”, dice una cedralense…
Al instante, muchos gratos momentos vienen a nuestra mente de ese tiempo de “días de guardar”.
La Cuaresma nos traía platillos -a veces muy sencillos pero deliciosos- como el pipián, las tortitas hechas de pescado seco, tortitas de atún, tortitas de papa, sopa de habas, lentejas, arroz con garbanzo, camarón empanizado, caldo de pescado, los cabuches, las flores de palma, los orejones lampreados, los nopales con chile rojo, y, sin faltar como postre, arroz con leche y la tradicional capirotada, hecha con los birotes de la panadería de Chuminito.
“¿Ya fuiste a la manzanilla?”, era una expresión que significaba si ya habías acudido el Jueves Santo, después de que por la tarde se había celebrado el lavatorio de pies y luego de que una imagen de Jesús era llevada a prisión, mientras los miembros de la Adoración Nocturna velaban por la noche con cantos al Nazareno, quien al día siguiente sería crucificado.
A los que asistían a orar y dar su limosna se les daba un manojito de manzanilla. La ceremonia se celebraba en un salón del fondo de la iglesia.
Ya la tarde del jueves se sentía el pesar por el martirio de Jesús que tendría su momento cumbre cuando se celebraba el Viacrucis dentro del templo antes del mediodía del Viernes Santo. La XEFF, estación de radio de Matehuala, transmitía la tarde del jueves música clásica en señal de duelo.
Ambos días eran de ayuno y la comida se servía al mediodía.
Los puestos que se ponían en la plaza vendían las tradicionales charamuscas, mientras que Lupito Nájera, famoso por su tradicional nieve, también en ese tiempo preparaba las “raspas”, hielo raspado servido en un vaso del tamaño de una veladora grande cubierto por una melaza de sabores. Por la noche ofrecía sus tacos hechos de frijoles con chorizo.
Después de la ceremonia de los Siete Palabras, la tarde del viernes, una imagen de Jesús muerto con su corona de espinas era colocada en una urna adornada con naranjas y los fieles, ahora en la iglesia, acudían a orar y también se les daba más manojitos de manzanilla.
El altar mayor de la iglesia era cubierto por un enorme manto negro y las imágenes de los santos en sus nichos eran cubiertos con telas de color negro.
Como la “gloria estaba cerrada”, las campanas de la iglesia enmudecían y los llamados a las ceremonias se hacían con un artefacto de madera colocado en el techo de la iglesia, una especie de matraca gigante, audible a varias cuadras de distancia.
Aún en los años sesentas y setentas existía la tradición de la quema de los Judas el Sábado de Gloria, un día relajado, en preparación de la misa de gallo a medianoche, cuando “se abría la gloria” y las campanas volvían a repicar anunciando la Pascua.
Una celebración religiosa católica de mucho júbilo similar a la Navidad. Natividad en una, Resurrección en otra.
En la Terraza Hidalgo se celebrada el baile del Sábado de Gloria. Los viejos decían que iban a “tirar la polilla”, arrullados por las románticas canciones, sacadas del baúl de los recuerdos de las décadas pasadas (“Amor Perdido”, “Solamente una vez”, “Look for a star”…).
Algunas cosas han cambiado. Gracias al entusiasmo del Padre Gerardo Ortiz (El Padre “Canas”), ahora el Viacrucis es al aire libre y por la noche del Viernes Santo se celebra la Procesión del Silencio, con gran participación de los cedralenses.
(Un recuerdo familiar es el de mi sobrino Francisco Javier González Hipólito (conocido como “Caramelo”), quien interpretó a Jesús en el Viacrucis viviente varias veces).
Como antes como ahora, son días de reencuentro de paisanos que pasan en nuestro pueblo sus vacaciones, momentos para el recogimiento espiritual, pero también diversión, fe y amor.
Foto de la periodista de televisión de Monterrey, Silvia Nava, oriunda de Cedral, tomada en el Viacrucis de la Semana Santa 2016. Gracias.