En la actualidad, la marca «Júrame» es uno de los mezcales más populares en todo México (y está iniciando a traspasar fronteras), pero el producto, que es 100 por ciento potosino, nació en una pequeña comunidad llamada «La Flor» con la promesa de mantener viva una tradición. Este pueblito se encuentra en la Estación Ipiña, Ahululco, un lugar que fue uno de los tantos hogares del comerciante don Pantaleón Ipiña y Eguía.
“Júrame” se destaca entre las bebidas espirituosas del país por sus juramentos con la comunidad, el tiempo y la eternidad, tres promesas que pretenden resguardar los valores, la historia y las costumbres de las 250 personas que viven en la comunidad de “La Flor”, así lo señala el director general y propietario de la marca “Júrame”, José Eduardo Lomelí Roble.
Origen de la mezcalería “La Flor”
El señor José Eduardo relata que la historia del mezcal «Júrame» inició hace más de 200 años, cuando se fundó la mezcalería “La Flor” en 1822 gracias a la visión de Pantaleón Ipiña, ya que él veía en las tierras de Estación Ipiña la oportunidad de comenzar un imperio de pulque y mezcal, pues ahí abundaba el maguey.
José relata que el comerciante Ipiña construyó diversas mezcaleras a los alrededores de la Estación para alcanzar su meta, entre ellas la mezcalería «La Flor», a la par nació la comunidad que hasta la actualidad fue nombrada igual. El señor Lomelí añade que, aunque Ipiña logró su objetivo, su patrimonio sufrió un gran golpe cuando estalló la Revolución y el reparto agrario.
Durante el cardenismo se buscó escuchar las peticiones de los campesinos, es así como unos ganaron tierras y otros las perdieron, entre ellos Ipiña, se le dijo que podía conservar la mezcalería, pero para seguir explotando el maguey debía de arreglarse con la comunidad.
Luis Davila, el hombre que salvó la tradición
Tras el reparto agrario, las mezcalerías ubicadas a los alrededores de Estación Ipiña corrieron peligro, algunas incluso fueron abandonadas; por fortuna, «La Flor» sobrevivió gracias a al señor Luis Davila, un hombre que inició como peón y terminó siendo el dueño de 22 mezcaleras.
Lomelí señala que “Don Luis” tenía una dualidad de pensamiento, pues su perspectiva era la de patrón, pero sabía trabajar como un campesino, incluso se le decían el “Burro de Oro”, “Burro” porque no estudió y era muy trabajador, y “De Oro” porque logró construir un imperio. Durante su liderazgo la industria mezcalera floreció y se mantuvo hasta el siglo XIX.