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Cambio de temporada, cambio de emociones

Por Estefanía López Paulín

Cada año, casi sin darnos cuenta, el final de noviembre marca una transición que no solo se siente en el clima, sino también en el interior. Diciembre llega con luces, expectativas, rituales y una energía particular que puede despertar alegría, nostalgia o incluso tristeza. Así como el clima cambia, nuestras emociones también se mueven, y entender por qué sucede nos da herramientas para cuidar mejor de nuestro bienestar emocional.

Desde la psicología, sabemos que las estaciones tienen un impacto real en nuestro estado de ánimo. Los cambios de luz, temperatura y rutinas alteran los ritmos biológicos que regulan el sueño, la energía y las emociones. Por eso, al llegar diciembre (con días más cortos, noches más frías y un ambiente festivo) muchos sienten el ánimo subir, mientras que otros experimentan una mezcla de melancolía y cansancio emocional.

Las celebraciones de fin de año también influyen. Diciembre trae consigo símbolos potentes: cierres, evaluaciones personales, reuniones, recuerdos familiares, expectativas sociales. Para algunas personas, esto significa motivación, esperanza y ganas de compartir. Para otras, activa memorias difíciles, ausencias o la presión de “sentirse feliz” cuando no necesariamente lo están. Es normal que aparezca nostalgia, porque la mente tiende a revisar el pasado cuando percibe que algo está terminando.

Pero ¿cómo reconocer estos cambios emocionales sin sentirnos desbordados? El primer paso es validar lo que sentimos, sin compararlo con lo que “deberíamos” sentir según el calendario. Si llega la alegría, bienvenida. Si aparece la tristeza, también tiene un espacio legítimo. Observar nuestros estados emocionales con curiosidad (en lugar de juicio) es una habilidad fundamental para el equilibrio psicológico.

También es útil prestar atención al cuerpo. ¿Tienes menos energía? ¿Duermes diferente? ¿Te sientes más irritable o más sensible? Muchas veces, lo que interpretamos como “problemas personales” son respuestas naturales del organismo a cambios ambientales. Reconocerlo reduce la culpa y abre la posibilidad de actuar desde el autocuidado.

Para sobrellevar este periodo de manera más saludable, la psicología recomienda algunas prácticas simples pero eficientes. Una es mantener rutinas estables, especialmente en sueño, alimentación y movimiento. Esto ayuda a regular los ritmos internos cuando el entorno es más caótico. Otra estrategia es dosificar las expectativas: no todo tiene que ser perfecto, ni cada momento debe ser memorable. Permitirnos bajar el ritmo reduce el estrés emocional.

También es valioso crear espacios de calma. Puede ser una caminata breve, escribir las emociones, practicar respiración consciente o hablar con alguien de confianza. El objetivo no es “arreglar” lo que sentimos, sino acompañarlo con amabilidad.

Y, por supuesto, es importante buscar apoyo si el estado de ánimo bajo se vuelve persistente o interfiere con la vida diaria. Pedir ayuda es un acto de valentía, no un signo de debilidad.

El cambio de temporada nos recuerda que no somos estáticos. Así como la naturaleza se transforma, nosotros también lo hacemos. Aceptar estos ciclos emocionales, comprenderlos y acompañarlos con cuidado nos permite atravesar el final del año con más equilibrio, más humanidad y, sobre todo, más compasión hacia nosotros mismos.

Estefanía López Paulín
Contacto: psc.estefanialopez@outlook.com
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