En Cedral, la modernidad del gas y la estufa no ha logrado apagar la llama de una antigua tradición: cocinar con leña. Esta práctica no es un simple método de cocción, sino un arte que impregna los hogares con el aroma del humo y la promesa de un sabor inigualable.
Para muchas familias cedralenses, el fogón de leña es más que una estufa antigua, es el corazón del hogar, pues las generaciones han compartido recetas, historias y el calor que solo ese fuego puede brindar. Es ahí donde se preparan platillos que son esencia de la gastronomía local, como los guisos de nopales, el mole, los tamales o las tradicionales tortillas de maíz, que adquieren un sabor y una textura únicos gracias al toque ahumado que solo la leña puede ofrecer.
Este método de cocción, transmitido de abuelas a madres y de madres a hijos, no solo se valora por el sabor que aporta a los alimentos, sino también por la tradición. En los patios y cocinas de Cedral, la preparación de alimentos con leña es una actividad común, un momento para el encuentro familiar. La paciencia requerida para mantener el fuego y vigilar la cocción se convierte en una pausa valiosa en el ritmo acelerado de la vida moderna, permitiendo a las familias recordar sus raíces.
El humo que emerge de las chimeneas y los fogones se ha convertido en una parte inseparable del paisaje de Cedral, una señal visible de que las familias están en casa, compartiendo el calor de sus cocinas. Esta práctica, que podría considerarse obsoleta, es en Cedral un orgullo por las costumbres que definen a la región.
El arte de manejar el fuego para lograr la temperatura perfecta es un conocimiento que se hereda y se perfecciona con el tiempo, asegurando que el sabor de la tradición continúe por muchas generaciones más. En Cedral, la leña sigue ardiendo, no solo para cocinar los alimentos, sino para preservar una de las tradiciones que merecen ser mantenidas, adaptadas y, sobre todo, valoradas.
					
				