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La presión del gasto navideño

Por Estefanía López Paulín

Cada año, con la llegada de diciembre, las ciudades se llenan de luces, escaparates y mensajes que invitan a comprar, regalar y celebrar. En teoría, la época navideña debería estar asociada con descanso, conexión emocional y gratitud. Sin embargo, para muchas personas se convierte en un periodo de tensión constante, en el que la presión del gasto parece inevitable. Esta tensión (a menudo silenciosa) impacta mucho más allá de la billetera: afecta directamente la salud mental, el estado de ánimo y las relaciones personales.

El estrés financiero propio de estas fechas surge por distintas razones: la expectativa de comprar regalos, la presión social por participar en eventos, las tradiciones familiares que implican gastos adicionales, o simplemente el temor a no “estar a la altura” de lo que otros esperan. Desde la psicología se sabe que cuando los recursos percibidos no alcanzan para cubrir las demandas, aparece un estado de amenaza que activa respuestas de ansiedad, hipervigilancia y sensación de pérdida de control.

Este estrés puede filtrarse en la vida cotidiana de maneras sutiles: problemas para dormir, irritabilidad, dificultad para concentrarse, discusiones más frecuentes en casa. En las relaciones de pareja, por ejemplo, los desacuerdos sobre dinero suelen amplificarse durante estas fechas, donde cada decisión de compra lleva una carga emocional añadida. Esto no ocurre porque el dinero sea, en sí mismo, el conflicto central, sino porque simboliza seguridad, estabilidad y valor personal. Cuando sentimos que no cumplimos con lo esperado (real o imaginado) pueden surgir sentimientos de culpa o insuficiencia que afectan la forma en que interactuamos con quienes queremos.

A nivel individual, el estrés financiero sostenido puede alimentar pensamientos catastróficos (“no voy a poder recuperar mis finanzas”), comparaciones sociales poco realistas (“todos pueden menos yo”) y autoexigencias excesivas. Estos patrones cognitivos aumentan la carga emocional y hacen que la temporada, en vez de vivirse con calma, se experimente como una carrera agotadora.

Sin embargo, es posible cambiar la narrativa. La clave está en recordar que la Navidad no es un examen económico. Un enfoque más consciente puede ayudarnos a reconstruir la relación con estas fechas desde el bienestar, y no desde la obligación.

En primer lugar, es útil establecer un presupuesto claro y realista antes de comenzar a comprar. Esto no solo organiza las finanzas, sino que disminuye la sensación de incertidumbre. También es valioso practicar la comunicación abierta: hablar con la familia o pareja sobre límites, expectativas y alternativas puede prevenir conflictos y generar alivio emocional. A veces, acuerdos sencillos (como intercambios de regalos modestos o actividades que no impliquen gasto) fortalecen más las relaciones que los grandes obsequios.

Finalmente, es importante conectar con el sentido personal de la temporada. Practicar gratitud, priorizar el descanso, permitir espacios de desconexión y recordar que el valor de un gesto no depende de su precio ayuda a bajar la presión interna. La Navidad puede ser una oportunidad para reflexionar sobre lo que realmente nutre, y no solo sobre lo que se compra.

Porque, al final, la luz más significativa de estas fiestas no proviene del consumo, sino de la calma que logramos construir dentro de nosotros mismos.

Estefanía López Paulín
Contacto: psc.estefanialopez@outlook.com
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