San Luis Potosí tuvo una semana interesante, futbolísticamente hablando. El lunes recibió al Cruz Azul, equipo que llegaba arrastrando un papelón en la Leagues Cup tras comerse siete goles en su primer partido. Todo parecía que sería una oportunidad para que Atlético de San Luis se luciera y recuperara confianza. Pero no. El partido resultó un reflejo de lo que ha sido este equipo bajo Guillermo Abascal: un conjunto sin idea clara, sin sistema definido y que depende más de la garra de algunos jugadores que de un planteamiento colectivo bien trabajado.
El técnico Abascal sorprendió (y no en el buen sentido) al mandar una línea de cinco defensores. Javier Suárez, quien no convence ni en su posición natural como lateral, fue utilizado como tercer central. Y para completar la receta, Óscar Macías fue sacrificado en una posición que no conoce, la lateral. El resultado no tardó en hacerse evidente. El Cruz Azul explotó con inteligencia ese costado y encontró dos goles con la misma fórmula, atacar por el lado de Suárez y Macías.
San Luis trató de responder, pero la reacción vino más de la actitud que de la táctica. Román Torres logró descontar con un gol tras pase de Macías, ya reacomodado en otra función, pero la ilusión duró poco. El equipo potosino nunca encontró orden ni equilibrio, y terminó cayendo con justicia.
Lo increíble es que lo peor de la noche no fue la derrota, sino el bochornoso espectáculo del árbitro central, Vicente Jassiel Reynoso. Expulsó a Joao Pedro por una supuesta falta sobre Ditta. Hasta ahí, un error más. Pero lo inaceptable llegó cuando encendió el micrófono para explicar la decisión: no sabía ni el número del jugador involucrado. Y para colmo soltó un “me equivoqué, se vale”. No, árbitro, no se vale. No en una liga que presume ser profesional. No en un futbol que pide seriedad. Equivocarse en una jugada puede pasar, equivocarse de profesión es otra cosa.
El arbitraje mexicano vive de estas contradicciones, silbantes sin carácter, sin preparación, sin el mínimo conocimiento del juego. Y claro, las suspicacias nunca faltan. ¿Casualidad que la decisión favoreciera al Cruz Azul? Quizá. Pero como dice el dicho “piensa mal y acertarás”. Y no es la primera vez que este silbante deja la sensación de beneficiar a la máquina. Eso dicen, eso dicen…
Al final, la Comisión de Arbitraje enmendó el error y le retiró la roja a Joao Pedro. Ironías del futbol, el brasileño, que había sido víctima de la incompetencia arbitral, se convirtió en el héroe del siguiente partido. Frente a Puebla marcó dos goles y fue la figura de la victoria.
Sí, hay que poner las cosas en contexto, Puebla no es parámetro. Venía de ser destrozado 7–0 por Tigres y atraviesa un momento desastroso. Pero, al menos, San Luis no se vio tan mal y logró aprovechar la oportunidad. El equipo mostró una cara distinta, aunque todavía muy lejos de lo que debería ser. Más allá del resultado, el plantel deja dudas. Hay jugadores que simplemente no están para este nivel. Phillipe ya es un caso de burla, no parece futbolista profesional y cada minuto suyo en la cancha es un suplicio para la afición. Klimowicz ha tenido más oportunidades de las que merece, y aun así vive de dos o tres momentos aislados que no justifican su permanencia. JuanPe, el central, tampoco muestra el nivel esperado, y su rendimiento ha quedado muy por debajo de lo que la directiva vendió cuando lo presentó.
El contraste lo pone Joao Pedro, un jugador distinto, que rescata goles de la nada, que marca diferencias en un equipo que a veces parece hundido en la mediocridad. Mis respetos para él, pero no puede cargar solo con todo el peso ofensivo. El reto de Abascal es armar un sistema que lo potencie, que lo acompañe, que lo rodee. Porque si no, todo dependerá del talento aislado de un solo hombre.
El calendario ahora pone frente a San Luis uno de los partidos más importantes del torneo: Querétaro, el clásico de la carretera 57. Y aquí no hay espacio para pretextos. Este duelo no solo representa tres puntos, sino el orgullo regional, la credibilidad ante la afición y, para Abascal, la oportunidad de demostrar que tiene algo más que improvisaciones.
El partido será el viernes a las 7 de la noche. Y si el técnico no quiere terminar de cavar su tumba, deberá presentar un San Luis ordenado, competitivo y con un planteamiento inteligente. Porque la derrota, en este escenario, sería imperdonable.
La semana dejó dos conclusiones claras: el San Luis aún no encuentra un estilo ni un sistema de juego sólido, y el arbitraje mexicano sigue siendo una vergüenza que afecta el espectáculo. Entre planteles inflados con jugadores de bajo nivel y árbitros que parecen improvisados, lo único que mantiene viva la esperanza es la actitud de figuras como Joao Pedro. Pero el futbol no se gana solo con voluntad. Se gana con trabajo, orden y estrategia.
El clásico de la 57 dirá mucho más de este San Luis de lo que los aficionados quieren reconocer. Es la prueba de fuego para Abascal. Y si no logra pasarla, quizá lo que se avecine no sea otra cosa más que un semestre para el olvido.