Desde hace más de una década, Marvel Studios ha construido un imperio cinematográfico basado en la espectacularidad, el humor y las hazañas heroicas. Sin embargo, “Thunderbolts” representa un quiebre en ese patrón. Esta nueva entrega se atreve a transitar caminos más oscuros y emocionales, ofreciendo una mirada introspectiva sobre los personajes que usualmente quedan relegados a los márgenes del bien y el mal. A diferencia de otras películas del Universo Cinematográfico de Marvel (MCU), aquí no se trata de salvar el mundo con grandes explosiones, sino de lidiar con los demonios internos que arrastran los protagonistas.
La premisa es simple pero efectiva: un grupo de villanos y antihéroes es reunido por el gobierno para llevar a cabo misiones clandestinas de alto riesgo. En ese equipo figuran personajes como el Barón Zemo, Fantasma, Taskmaster, Abominación, USA Agente, el Soldado de Invierno y, por supuesto, Yelena Belova, interpretada por Florence Pugh. La comparación con el Escuadrón Suicida de DC es inevitable, pero Thunderbolts se distancia al construir una narrativa mucho más centrada en el dolor, la redención y la complejidad psicológica de sus figuras centrales.
La gran estrella de la cinta es Florence Pugh, quien vuelve a dar vida a Yelena Belova, la hermana menor de la Viuda Negra. Desde su primera aparición en el MCU, Pugh ha demostrado ser uno de los fichajes más acertados del estudio, y en esta película reafirma su poder interpretativo. Yelena es sarcástica, emocional, contradictoria y profundamente humana.
Otro punto alto es la participación de Lewis Pullman como Bob. A diferencia de otras versiones del personaje en los cómics, esta interpretación se adentra en los trastornos mentales del superhéroe, retratando con sensibilidad y realismo su lucha interna. Bob no es un salvador tradicional: es un hombre fracturado, víctima de su propio poder, que lidia con ansiedad, paranoia y una profunda sensación de vacío. La película no lo glorifica ni lo condena; simplemente lo muestra como es, y esa honestidad es uno de los mayores logros del filme.
Dirigida por Jake Schreier (Ciudades de papel) y escrita por Eric Pearson (Thor: Ragnarok), “Thunderbolts” apuesta por un tono más contenido, casi indie, si se le compara con las superproducciones habituales de Marvel. La fotografía tiende a lo sombrío, los escenarios son opresivos y el ritmo narrativo se detiene más de una vez para dejar que los personajes respiren, recuerden o se enfrenten a sí mismos. Esta decisión artística puede desconcertar a algunos espectadores acostumbrados a la acción continua, la mezcla de estilos, que oscila entre el drama psicológico y la acción tradicional, puede resultar inconsistente.
También hay quienes cuestionan el clímax de la película, que parece perder parte de la fuerza narrativa acumulada durante su desarrollo. Sin embargo, estos puntos débiles no alcanzan a opacar el valor global de la cinta. Más allá de su estructura o ritmo, “Thunderbolts” logra algo que muchas películas del MCU no han conseguido: humanizar a sus personajes sin necesidad de redimirlos del todo.
En la era post-Endgame, Marvel se enfrenta al reto de reinventarse y “Thunderbolts” es una prueba de que todavía hay espacio para propuestas diferentes. Si bien no será del gusto de todos, su apuesta por el conflicto interno, la oscuridad emocional y los personajes rotos es un soplo de aire fresco dentro de una franquicia que a veces se siente atrapada en su propia fórmula.