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Columna I 2025, el año de los alcaldes ausentes

Por Francisco Acosta-Martínez

En el Altiplano Potosino, el 2025 está por cerrar como uno de esos años que se irán sin dejar huella, sin obras memorables, sin políticas públicas dignas de recordarse y, sobre todo, sin resultados que la gente pueda señalar con orgullo. La región arrastra carencias históricas en agua, salud, empleo, infraestructura y servicios básicos, pero lo verdaderamente alarmante es que, frente a ese escenario, sus alcaldes han optado por la inercia, la simulación o, en el mejor de los casos, la cómoda administración de la nada.

Mientras el discurso oficial insiste en hablar de gestiones, enlaces institucionales y acompañamientos, la realidad es mucho más austera; no hay una sola obra emblemática, un programa estructural o una estrategia regional que permita decir que el Altiplano avanzó en 2025. Hay fotografías, comunicados y publicaciones en redes sociales, pero resultados, muy pocos.

Matehuala es quizá el ejemplo más evidente de cómo se puede desperdiciar un año entero. Raúl Ortega ha dedicado más tiempo a la grilla, a los acomodos políticos y a su proyecto personal de reelección que a gobernar. Las obras detenidas, los conflictos con sectores sociales y la falta de rumbo administrativo hablan de un gobierno municipal más concentrado en el mañana electoral que en el presente ciudadano. Matehuala no necesitaba a un alcalde en campaña permanente, sino a uno trabajando, y eso, simplemente, no ocurrió.

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En Cedral, Cinthia Segovia ha perfeccionado una fórmula muy común; posar para la foto y colgarse de los esfuerzos del Gobierno del Estado. Cada visita oficial es una oportunidad para aparecer en primera fila, pero cuando se buscan acciones propias, decisiones locales o programas municipales con impacto real, el expediente está prácticamente en blanco. La administración existe, pero como una presencia decorativa, sin iniciativa ni peso propio.

Charcas no se queda atrás. Marisol Nájera, tras conseguir la reelección el año pasado, parece haber dado por concluida su responsabilidad con la gente. Con la mirada puesta en una diputación en 2027, que algunos dicen ya se siente asegurada, el gobierno municipal se volvió distante, frío y selectivo. Los grupos que la apoyaron fueron relegados y las demandas sociales se archivaron con una rapidez sorprendente.

En Real de Catorce, la situación roza lo anecdótico. Javier Sandoval, el llamado Viejito Verde, se ha convertido en un alcalde muy presente en todos lados, pero nunca en su propio municipio. Los viajes son frecuentes; la oficina, no tanto. Los rumores de que ni siquiera vive en Catorce no sólo circulan, sino que se reflejan en un evidente distanciamiento entre el gobierno municipal y la población. Gobernar a distancia, se sabe, rara vez funciona, y aquí no ha sido la excepción.

Y así podríamos seguir con otros municipios de la región, donde nadie tiene muy claro qué están haciendo sus alcaldes ni, lo que es más preocupante, qué cuentas pretenden rendir cuando 2025 llegue a su fin. El problema no es la falta de recursos únicamente, sino la ausencia de visión, de liderazgo y de compromiso con una región que exige mucho más que discursos reciclados.