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Tiempo de Hablar I Los alcaldes del Altiplano: mucho reflector, pocas soluciones

El gobernador Ricardo Gallardo Cardona decidió tomar las riendas de la Feria Regional de Cedral, y hay que reconocerlo, el resultado fue un acierto. Después de varios años en los que el evento había perdido brillo, este 2025 volvió a ponerse en el mapa con fuerza. Lo que antes eran celebraciones modestas, sin mayor proyección, este año se transformaron en un escaparate regional de alto nivel.

El atractivo principal fueron los conciertos masivos con agrupaciones de renombre nacional: Vagón Chicano, Indomables de Cedral, Los Mier, Traileros del Norte, Kumbia Kings, La Arrolladora Banda El Limón y Alameños de la Sierra. La presencia de artistas de esa talla en un municipio del Altiplano es un hecho que no se veía desde hace décadas, y eso devolvió a Cedral un sentido de identidad y pertenencia que la gente pedía a gritos.

Por supuesto, no todo fue positivo. El talón de Aquiles estuvo en los precios de los juegos mecánicos, que resultaron excesivos. Ahí surge la contradicción, mientras el gobernador instruyó que la feria se convirtiera en un espacio accesible, al estilo de la Feria Nacional Potosí (FENAPO), aún hubo quienes encontraron la manera de aprovecharse de los visitantes. El discurso de feria gratuita se quedó corto en la práctica, y vale la pena que para las próximas ediciones se vigile con lupa a los concesionarios que creen que la fiesta patronal es solo un negocio personal.

Lo interesante es que el rescate de Cedral abrió la puerta a una discusión más amplia: ¿qué pasará con la Feria de Matehuala? La FEREMA, que alguna vez fue referente regional, hoy atraviesa su peor momento. Basta hablar con los propios habitantes, la entrada es carísima, los juegos son mediocres y caros, y los artistas contratados están muy lejos de generar expectativa. Los matehualenses, viendo lo que sucedió en Cedral y en Charcas, ya levantaron la mano y pidieron al gobernador que también meta orden en la feria de su municipio. Gallardo se comprometió, y si algo ha demostrado es que tiene la capacidad de rescatar eventos de este tipo. Solo queda esperar que el alcalde no interfiera demasiado, porque como dice el refrán “más ayuda el que menos estorba”.

Y aquí es donde entramos al tema del alcalde Raúl Ortega. En lugar de encabezar proyectos de fondo, anda corriendo contra el reloj con “obritas” menores para presumir en su informe de gobierno. El ejemplo más claro es la calleJaime Nunó, la cual, no se concluyó porque la ciudadanía lo exigiera, sino porque necesitaba un proyecto que presumir. Y no cualquiera, su “obra insignia”, la que le dará material para adornar un informe que, por cierto, tendrá un costo cercano al millón de pesos. Una cifra nada menor para un municipio con tantas carencias.

El problema es que al final nadie sabe qué va a informar. Porque las calles siguen repletas de basura, la inseguridad avanza, el agua escasea y los servicios públicos son deficientes. Lo único que sí se ve con claridad es la fotografía constante del alcalde al lado del gobernador. Esa parece ser la política actual, salir en la foto y esperar a que la inversión venga de arriba.

Y no es solo Ortega. En general, los alcaldes del Altiplano parecen haber encontrado en la pasividad una forma de gobierno. Se acostumbraron a poner su cara en la propaganda y a vivir del impulso del gobernador. Creen que su trabajo se limita a aplaudir y a posar sonrientes mientras la gente sigue enfrentando robos en sus casas, asaltos en las calles y una sensación de inseguridad que no baja. En las campañas prometieron que la seguridad sería prioridad, pero en la práctica no hay planes ni evidencia de resultados. El silencio se convirtió en la única respuesta a las exigencias ciudadanas.

Mientras tanto, los informes municipales se perfilan como desfiles de vanidad. Habrá quienes practiquen la pose frente al espejo, alistando el gesto con el que saldrán en la foto oficial, pero pocos preparan soluciones reales para la gente. Se gasta más tiempo y recursos en preparar escenarios para lucir guapos que en resolver problemas estructurales. Y la ciudadanía, cansada, guarda la frustración de ver cómo sus peticiones se archivan en el olvido.

Pero no todo son malas noticias en el Altiplano. Cedral demostró que, cuando hay voluntad y compromiso, se pueden hacer las cosas bien. El empresario Manuel Azcona Segovia volvió a dar muestra de que los festejos taurinos pueden estar a la altura de la tradición. Con carteles bien armados, toros dignos y organización seria, la corrida de Cedral superó incluso a las tres que se presentaron para la FENAPO. La afición lo notó y lo agradeció, porque disfrutaron de una tarde memorable que reforzó el prestigio de la plaza.

Azcona fue claro en su mensaje: “Mientras exista Manuel Azcona, habrá espectáculos taurinos para echar pa’ arriba y sentirnos orgullosos de ser cedralenses”. Y en tiempos donde los alcaldes parecen esconderse detrás de pretextos, escuchar a un empresario hablar con esa convicción es un recordatorio de que sí se pueden lograr cosas cuando hay compromiso real.

El Altiplano vive hoy entre contrastes: ferias que resurgen con el apoyo del gobernador, alcaldes que se pierden en la comodidad de la foto, ciudadanos que siguen sin respuestas a sus problemas más urgentes, y empresarios que apuestan por mantener viva la identidad regional. La pregunta es clara: ¿de qué lado de la historia quiere estar cada quien?