En la política del Altiplano Potosino hay historias que parecen escritas por guionistas de telenovela barata, otras por comediantes, y otras que simplemente son imposibles de clasificar. Esta es una mezcla de las tres. En Matehuala, dos personajes se disputan el trono municipal como si ya fuera suyo, convencidos de que la candidatura a la alcaldía no se gana con trabajo ni con resultados, sino con favores personales y padrinos. Se trata de Tomás Zavala González, conocido sin pena alguna como el peor diputado de San Luis Potosí según todas las evaluaciones del “Congreso Calificado”, y de Franco Coronado Guerra, exalcalde del municipio y actual delegado de la , la Secretaría de Desarrollo Social y Regional de San Luis Potosí (Sedesore), quien desde que llegó al cargo convirtió al Conalep en su centro de operaciones políticas.
Ambos quieren ser alcaldes de Matehuala y ambos creen tener asegurado el pase directo, siempre y cuando el secretario general de Gobierno, J. Guadalupe Torres Sánchez les guiñe el ojo. El problema es que los dos presumen tener su bendición, y ahí es donde empieza la guerra. Tomás, con la soberbia que lo caracteriza, anda diciendo que ya le compró a Lupe dos camionetas y un caballo, y que con eso queda saldado el compromiso, favor con favor se paga, y ahora le toca que le entreguen la candidatura. Así de simple.
Franco, en cambio, ha jugado más sigiloso. Lo convencieron de cambiarse al Partido Verde y, en pago por su obediencia, le regalaron la delegación de Sedesore. Desde ahí reparte apoyos, acomoda a su gente, corta cabezas de quienes no le son leales y opera campaña desde el Conalep. Colocó a su amiga Amalia Castillo Córdova como directora para tener control absoluto y convertir la escuela en una fábrica de operadores. El plantel que debería servir para educar jóvenes ahora se usa para educarlos pero en estructura electoral.
Y si alguien pensaba que este duelo se iba a mantener en lo discreto, Tomás lo rompió todo con su amenaza, si no le dan la candidatura, se va con Movimiento Ciudadano. Dice ser amigo de Marco Gama y asegura que lo haría candidato con solo pedirlo. El argumento que presume para justificar su “valor” es que un día llenó un evento de Jorge Álvarez Máynez con acarreados. En el Congreso ya lo bautizaron como el sueño dorado de Marco Gama, a quien apodan “el Cazatontos”. Y claro, cuando Dios te manda un Tomás Zavala caído del cielo, lo agarras y no lo sueltas.

Y mientras estos dos gallos se pelean en Matehuala, en el resto del Altiplano el cuadro no es mejor. En Catorce, el llamado “Viejito Verde”, quien ahora se autonombra “El Ken potosino”, quiere reelegirse. Lo triste es que ya decepcionó a Petra Puente, la exalcaldesa que lo convirtió en figura política y que hoy ni siquiera recibe un saludo suyo. Muchos en el Verde ya están hartos de él y dicen que en lugar de buscar la presidencia municipal, debería buscar su lugar en “La Casa de los Famosos”.
En Charcas, Marisol Nájera, que ya no puede reelegirse, ya tiene listo a su reemplazo, pero no será del Verde, sino de Movimiento Ciudadano. Dice que su partido no la trató como se merece. Curioso reclamo para alguien que fue alcaldesa seis años sin resultados notorios. Y en Venado, la historia es diferente, “Reyitos”, la alcaldesa, sí va para la reelección y la gente la apoya, raro el asunto, pero la apoyan.
La verdadera pregunta no es quién será alcalde de Matehuala, sino con qué se compra la candidatura este año. ¿Con caballos y camionetas, como asegura Tomás? ¿O con delegaciones y estudiantes acarreados, como presume Franco? Porque mientras ellos creen que todo se resuelve con padrinos, el pueblo observa con asombro cómo el poder se ha convertido en mercancía. Lo que se vive en el Altiplano no es una contienda electoral. Es una tragicomedia. Y como en toda buena novela, falta el capítulo final.