En Matehuala, cada temporada de lluvias revive un problema que parece no tener fin: el riesgo de derrumbes de casas antiguas. Estas construcciones, testigos silenciosos del paso del tiempo, ceden poco a poco ante el abandono y la falta de mantenimiento, generando un ciclo de alarma y olvido que se repite año con año. Vecinos y autoridades solo vuelven la mirada cuando una vivienda amenaza con venirse abajo. Sin embargo, una vez que pasa el peligro inmediato, la atención se desvanece y el riesgo persiste.
Uno de los principales obstáculos para atender de raíz el problema es la protección patrimonial que otorga el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Estas casas forman parte de zonas históricas, por lo que el Instituto limita la demolición y prioriza la restauración, un proceso que suele ser costoso, tardado y complicado para los propietarios. Como resultado, muchos dueños prefieren abandonar los inmuebles, dejando a su paso muros inestables y techos en ruinas.
Mientras tanto, quienes viven cerca enfrentan el temor constante de que un derrumbe pueda ocurrir en cualquier momento, preguntándose quién se hará responsable si llega a suceder una tragedia. Expertos coinciden en que la única vía para resolver esta situación es establecer una mesa de trabajo conjunta entre el Ayuntamiento, Protección Civil y el INAH, con el objetivo de crear un censo actualizado de casas en riesgo y definir soluciones viables que equilibren la conservación histórica con la seguridad pública.