El municipio de Cedral, en el Altiplano Potosino, se está consolidando como un lugar clave en las rutas de la migración indígena en México. Aunque no es una zona con asentamientos indígenas históricos, los datos del INEGI revelan que una mínima, pero variada, población ha traído lenguas originarias desde rincones lejanos.
La presencia de estas lenguas se debe principalmente a los problemas económicos y la falta de oportunidades en sus comunidades de origen. Los migrantes indígenas buscan escapar de la pobreza rural para acceder a empleos mejor remunerados. Para muchos, el trabajo en la agricultura es una de las principales salidas laborales que encuentran en Cedral, ofreciendo ingresos más estables que en sus lugares de origen.
Menos del 0.14 % de la población de Cedral habla una lengua indígena, sumando un total de 27 personas registradas, pero la composición de este grupo refleja una lucha por oportunidades a lo largo de la República Mexicana. El caso más llamativo es la presencia de tres hablantes de yaqui, una lengua cuyo pueblo originario se ubica en el estado de Sonora. El hecho de que un grupo de personas yaqui resida en el Altiplano Potosino, a miles de kilómetros de su territorio, evidencia la magnitud de la movilidad indígena en busca de oportunidades en cualquier parte del país.
La lengua más común en el municipio es el náhuatl, con 15 hablantes, reflejando el flujo constante de población desde la Huasteca Potosina y estados como Puebla e Hidalgo. También se registran seis hablantes de mazahua, originarios de comunidades del Estado de México y Michoacán, y tres hablantes de totonaco, provenientes de la Sierra Norte de Puebla y la costa de Veracruz.
Este fenómeno, más allá de la estadística, demuestra que el desarrollo económico de Cedral también se sostiene, en parte, con la mano de obra y el conocimiento agrícola que aportan estos migrantes de diversas culturas. Su presencia, aunque minoritaria, es vital para cubrir espacios laborales en el campo de Cedral.