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Reportaje I Covid, el virus que no se fue del Altiplano

Por Francisco Acosta-Martínez

En San Luis Potosí, el COVID-19 dejó de ser una emergencia cotidiana, pero no ha desaparecido. En silencio, lejos de los picos dramáticos que marcaron a la entidad entre 2020 y 2022, el virus continúa circulando, conviviendo ahora con otras enfermedades respiratorias que, de cara a la temporada invernal, vuelven a encender las alertas sanitarias, particularmente en regiones con mayores condiciones de vulnerabilidad como el Altiplano Potosino.

Los datos oficiales más recientes confirman una realidad compleja en la que los contagios por COVID-19 son, hoy, significativamente menores en comparación con los años más críticos de la pandemia, pero los casos siguen apareciendo de forma constante. En lo que va del año se han registrado poco más de un centenar de casos confirmados y, al menos, dos defunciones asociadas al virus en el estado. Son cifras bajas si se miden con la vara del pasado, pero suficientes para recordar que el riesgo persiste, sobre todo entre adultos mayores y personas con enfermedades crónicas, que continúan siendo el sector más golpeado cuando el virus encuentra condiciones para agravarse.

Este escenario se vuelve más delicado al analizarlo desde el Altiplano, una región históricamente marcada por la dispersión poblacional, la limitada infraestructura médica y las dificultades de acceso oportuno a los servicios de salud. Municipios como Matehuala, Cedral, Charcas, Salinas o Villa de Ramos concentran comunidades donde una atención tardía puede significar la diferencia entre un cuadro leve y una complicación grave. En los casos recientes de fallecimientos por COVID-19, el patrón se repite: personas que llegan a los hospitales con síntomas avanzados, muchas veces después de varios días de evolución de la enfermedad.

La llegada del invierno suele agravar este panorama. Las bajas temperaturas favorecen la circulación de virus respiratorios y aumentan la incidencia de infecciones como la influenza, el virus sincitial respiratorio y otras afecciones respiratorias agudas que comparten síntomas con el COVID. Tos, fiebre, congestión nasal y dificultad respiratoria se convierten en señales comunes que, sin diagnóstico oportuno, pueden confundir tanto a pacientes como a los Servicios de Salud, retrasando tratamientos adecuados.

En el Altiplano, además, el frío se combina con factores sociales que elevan el riesgo; viviendas con mala ventilación, uso de fogones o braseros para calentarse, jornadas laborales al aire libre y una menor cobertura de campañas preventivas y de vacunación en comparación con zonas urbanas más densas. A esto se suma un fenómeno preocupante: la percepción social de que el coronavirus ya pasó, lo que ha reducido la demanda de vacunas de refuerzo y el seguimiento de medidas básicas de prevención, incluso entre personas de alto riesgo.

Las autoridades sanitarias estatales han insistido en que el comportamiento actual de esta enfermedad es moderado, pero advierten que su presencia simultánea con la influenza y otros virus respiratorios puede generar una presión innecesaria sobre hospitales y centros de salud, particularmente en regiones alejadas de la capital. La experiencia de años recientes demuestra que no se necesitan cifras explosivas para generar crisis locales; basta con un incremento sostenido de casos en comunidades con escasa capacidad de respuesta.

El desafío para San Luis Potosí, y de manera específica para el Altiplano, no es enfrentar una nueva pandemia, sino evitar que la combinación de descuido social, clima adverso y rezagos estructurales conviertan a enfermedades prevenibles en causas de complicaciones graves o muertes evitables. La vacunación contra influenza y COVID-19, la atención temprana de síntomas respiratorios y la protección de adultos mayores deben ser entendidas no como una reacción al miedo, sino como una estrategia básica de salud pública.

A diferencia de otros inviernos, hoy el estado cuenta con mayor experiencia, protocolos más claros y una población que ya conoce los riesgos. El problema no es la falta de información, sino la relajación frente a un enemigo que aprendió a quedarse.